El mérito de la película consiste en incidir en la problemática que supone un cambio de sexo y en la distinción entre homosexualidad y transexualidad. Las dos situaciones no tienen nada que ver biológicamente ni psicológicamente. Lo malo es que la escenificación deja mucho que desear, rozando al mero culebrón televisivo. Sólo el buen trabajo de Naomi Watts y Susan Sarandon salvan la función. Se profundiza poco en la conflictividad del entorno. La protagonista para nada muestra comportamientos masculinos por más que tenga un cerebro de hombre. En cambio, la trama deriva hacia lo melodramático al poner en descubierto la moral hipócrita y la instalación en la mentira crónica de personas que luego pretenden dar lecciones a las demás. Es una lástima que la realización no esté a la altura. El tema de la transexualidad mujer - hombre no es nuevo en el cine. Recuérdese la celebrada y bien resuelta "Mi querida señorita" (Jaime de Armiñán, José Luis López Vazquez).