La película es un mediometraje (60 minutos), aunque lo suficientemente interesante para ser categorizada como largometraje. Ni siquiera es propiamente una película de Marisol, quien se limita a actuar de presentadora y narradora cantando un par de canciones. La idea de convertir a un burro en protagonista es un precedente que fue retomado después por producciones como "Platero y yo" (1965) o "El azar de Baltasar" (Robert Bresson, 1966). La historia está narrada al más puro estilo Walt Disney, pero es algo más que un pastel de nata empalagoso para público infantil. Las escenas de circo son testimoniales. Rinden homenaje a un espectáculo que ya no volverá en el formato que tenía. La secuencia en que un elefante enorme eleva con su trompa a una niña de seis años para montársela en su cabeza para luego volverla a bajar, es de antología. No se volverá a ver nunca más algo así. Hoy en día no se podría rodar. La compañía circense es simplona y de andar por casa pero gusta a los niños. El perro Toni es como un actor más. La virtud del film es que sensibiliza a los espectadores de que los animales seres vivos a los que hay que respetar y no meros objetos sobre los que se pueden perpetrar todo tipo de abusos, que en la actualidad están tipificados como delito (salvo las corridas de toros en la nacionalísima fiesta española, claro).