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Voto de John Giraldo:
5
Comedia. Drama Valentín, un tipo mujeriego, soltero y egoísta, de repente, tiene que hacerse cargo de una hija a la que no conocía, fruto de una aventura ocasional. Decidido a devolverle la niña a su madre, emprende un viaje con ella a Los Ángeles, pero la convivencia con la niña acaba transformándolo en lo más íntimo. (FILMAFFINITY)
26 de enero de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
Docente universitario y periodista
[email protected]

¿Qué podrá tener una película mexicana catalogada como comedia y que se haya vuelto un hit comercial y al tiempo el boca a boca la recomiende y genere tanta sensibilidad?, ¿cómo logra una película ser la más vista en Estados Unidos de habla no inglesa y la de más taquilla en su propio país y en Latinoamérica?, ¿acaso el cine latinoamericano no suele quejarse de poco respaldo de sus espectadores y de repente una que otra escala y se apodera de lo que parece un imposible? Resulta que la estremecedora No se aceptan devoluciones plantea más inquietudes y propone un viejo camino que funciona: mezclar la comedia y el drama, un caldo de cultivo para enganchar audiencias.

Es una película a modo de reality show donde la combinación de espectáculo cómico-dramático es el gancho esencial. Incluso algunos afirman que no es cine, ya que por su factura técnica y su propuesta narrativa se asemeja a una novela de esas melodramáticas de la televisión. El público la defiende y resulta apremiante su moraleja.

Empecemos por desenrollar la madeja de esta película sencilla, in crescendo, muy cursi y bastante lacrimona. La hace un comediante mexicano, llamado Eugenio González Derbez, su fama la hecho con papeles risibles y que apelan a la burla (no hay mucho que decir acá), saltó a la Tv, ha hecho teatro y ahora es director. En Latinoamérica nos gusta el melodrama y por algo en muchos países las películas con más espectadores son aquellas donde ríen de lo más folclórico, o de aquello que puede ser un defecto o nimiedad, en fin; el hecho es que esta película de Eugenio parece ser una comedia y termina siendo un drama, donde el público queda como en una feria de sentimientos al aire libre.

Una explosión de situaciones vive el espectador, manejado por una estrategia que funciona y arrincona: ríe primero, relaja tú condición, luego te sorprendo, te llevo de la mano y el ataque final es estar en las cuerdas (imágenes de drama intenso), para después no parar y propinar un noqueo. Eso es cuestionable para unos, porque es como usar una estrategia mediática que apela al llanto como método de comunicación, hecho que hacen las telenovelas, y suelen aplicar los medios para controlar. Otros dirán que por qué no lo usan los que lo cuestionan, y el asunto se vuelve un sinfín enmarañado. Yo la vi, me impacté porque la historia convence.

Ahora, me generó mayor atractivo los demás que la vieron en la sala repleta: no paraban de producir quejidos al reírse como a vivir momentos de angustia, de ternura, de emoción y luego de fatalidad. Cuenta una historia de un gigoló mexicano, vida buena en Acapulco que atiende turistas y de repente una de tantas le dice que es padre de una hermosa hija y le pide para el taxi 10 dólares y no regresa. De ahí una de sus frases masificadas: “Eres lo mejor que no quería que me pasara”. De manera que la película apela a una psicología de la negación positiva, algo así como no esperaba pero ¡plum! de repente eres lo mejor, así esté por fuera de mi condición de vida. Y todo el tiempo, es un no pero con un impulso asertivo. Valentín arriesga la vida de su hija para criarla y no se quiere lanzar pero se lanza, no quiere hacerlo pero le toca y así sucesivamente.

sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
John Giraldo
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