Interesante película que reflexiona sobre aspectos como las relaciones hombre-mujer, el sentimiento de culpabilidad, el deseo o la pertenencia a una tierra en un entorno hostil. Un film de aquellos en el que el paisaje se revela como un personaje más, condicionando el comportamiento de todo aquel que se impregna de él. Unas actitudes, unas maneras de reaccionar ante unos hechos determinados, que en nuestro mundo occidental serían absolutamente inconcebibles, son asumidas con total normalidad por los habitantes de una Sudáfrica retratada desde su lado más salvaje y agreste.

Steve Jacobs entrega la batuta del film a un John Malkovich que se lo hace suyo. Su presencia, entre lánguida y perpleja, da sentido a la historia y la transporta a cotas de gran brillantez. No se podía haber escogido a un actor más apropiado para este papel. Borda su personaje con una elegancia y una sutilez reservada a los más grandes. A su lado, el resto de personajes parecen disminuir, aunque su trabajo es también notable, especialmente el de Jessica Haines encarnando a su hija.

Desgracia es una película que incomoda y absorbe. Que descoloca y fascina. No puedes evitar un sentimiento de indignación ante la propuesta que se te ofrece. Asusta el pensar que todos podríamos llegar a ser como el profesor David Lune y que su evolución psicológica finalizada en la sumisión más absoluta, en la aceptación de una manera de entender la vida y las relaciones personales, pudiera ser un calco de la que nosotros mismos llegáramos a experimentar.