“Los principios del cuidado” es una película entretenida, eso no se le puede negar, aunque si pretendían hacer un melodrama creíble, no ayuda el haber rebajado todo la intensidad a una especie de panfleto indie que funciona con el piloto automático puesto. Es decir, la película es buena, pero está encorsetada en un determinado tipo de cine que la limita. Paul Rudd está bien (como siempre), el actor que interpreta al joven discapacitado está excelente y el resto son comparsas en una road movie que se pretende lacrimógena y acaba siendo tan apasionante como un anuncio de automóviles. El problema llega cuando te encorsetas tanto que en vez de abrigar un género, parece que lo estás plagiando. El espectador ya comienza a estar cansado de todas esas musiquitas, primeros planos de flores o buzones, esos planos desde el suelo o que todo esté construido con la misma luz y los mismos encuadres. Posiblemente “los principios del cuidado” es una “querida miss sunshine” que no quiere ser una “querida miss sunshine” pero que acaba siendo una copia (en otro registro) de “querida miss sunshine” o de cualquier otra película parecida. “Los principios del cuidado” funciona pero lo hace a costa de perder toda su personalidad y su capacidad de sorpresa. Un producto para gustar y olvidar, no hay más.