No acabo de entender a Netflix: cuando se ponen serios y pretenden hacer productos de calidad, acaban haciendo películas que son auténticos coñazos. Pero cuando se adentran en la serie B sin complejos, es cuando los productos de Netflix funcionan mejor de lo que deberían.

De entrada, con "Polar" resulta difícil identificarse porque todos sus personajes parecen estereotipados hasta la burla aunque este inconveniente es también una ventaja pues poco a poco comenzamos a disfrutar de ellos con absoluto desparpajo ya que la película es autoconsciente de su propia condición de "broma" y no pretende otra cosa. Desde las escenas de sexo a las de violencia, pasando por unos delirantes diálogos, "Polar" es todo un despropósito que, curiosamente, tiene esa coherencia propia de los productos Netflix donde componen una sinfonía con media docena de instrumentos, apenas unas notas y una única melodía. Aunque lo que en el resto del catálogo aburre, aquí "Polar" divierte por lo estúpido de todo cuanto muestra. Mads Mikkelsen esta más que correcto y, aunque el resto de actores son de una mediocridad nauseabunda, encajan (incluyendo mi adorado Matt Lucas de "Little Brittain" que aquí compone un villano sin personalidad y burdamente sobreactuado). Los insertos a lo Tarantino son innecesarios, las escenas de acción inverosímiles y alargadas hasta lo innecesario y el conjunto es decididamente tonto, Pero, que diablos, cuando asumes que lo que estás viendo no es una película de Spielberg ni un Scorsesse entonces disfrutas como un enano. Porque si entendemos que Polar es una serie B inflada y no le pedimos más, es cuando funciona como divertido espectáculo de acción para disfrutar con un cuenco de palomitas.

Ojalá sea este el comienzo de una franquicia (todo apunta a que si) porque, en ocasiones, necesitamos cosas tontas pero entretenidas para sobrellevar la realidad.