Leonor (Luisina Brando) lleva una vida de ensueño, casada con Fernando (Rodolfo Ranni) con quien ha procreado dos hijos, “ama de casa”, aunque con empleada que le ayuda a sobrellevar su acomodada vida. Un idilio propio del contexto en el que se ubica el filme, la mujer como fiel compañera del hombre, vive bajo su resguardo y lo ama sobre todas las cosas.

El primer punto de giro recae en el momento en que ella se da cuenta de la infidelidad de su marido, instante que culmina con toda imagen perfecta que pensaba, se derrumba, se cae a pedazos. Sin embargo, conociendo el cine de Bemberg, su devenir no podría quedar ahí, Leonor se emancipa, se desata de las cadenas del engaño e intenta reconstruir su vida, bajo el lema que le da el título al filme.

María Luisa Bemberg realizó apenas seis largometrajes en un periodo de doce años, habiendo tenido su debut con casi sesenta años, es conocido su activismo hacia la causa feminista, razón por la cual sus largometrajes en mayor o menor medida siguen esta línea.

Señora de nadie no es la excepción, esto le da un gran vigor, más aún en la coyuntura actual, sí bien este sueño de la mujer de vivir bajo el amparo del hombre se nota un tanto desfasado, su mensaje de autonomía si está muy presente en la actualidad, por lo cual se torna una obra que ha envejecido bastante bien.

Autora del guion, esta es su segunda película, valga mencionar la valentía con que expresa todo el accionar, enfocándonos en como estaba la sociedad de hace 35 años. Una mujer que opta por alejarse de su hogar, incluidos sus hijos para sanarse e intentar rehacer su vida, y llevar la contraria de lo que dicta la sociedad: quedarse sumida con su esposo sin importar nada, ¿cuántas mujeres habrán hecho esto a lo largo de la historia?

Otro punto muy acertado es la inclusión de Pablo (Julio Chávez), un personaje homosexual en un momento aún con mucho estigma en contra de esta población, además del personaje de Isabel (Gabriela Acher) una mujer con una gran libertad sexual, ambos se vuelven pilares en la vida de la protagonista, los tres rompiendo los paradigmas sociales establecidos.

Señora de nadie cumple con lo que propone, gusta, está muy bien actuada y fluye sin traspié alguno, una obra interesante de ver por lo que propuso hace más de treinta años y lo que se le puede sacar en la actualidad, con un hermoso final dotado de cierto lirismo e irreverencia.