Aprovechando el impacto y caos que tuvieron las pandemias del H1N1 en 2009 y el SARS un poco más atrás en 2003, el guionista Scott Z. Burns escribe este guion original donde relata la crisis que se genera al extenderse sin control, alrededor del mundo, una terrible epidemia causada por un virus desconocido hasta ese momento, que pone de cabeza a la Organización Mundial de la Salud.

La película sigue así a un variado grupo de personajes, que funciona para dar distintas perspectivas a toda la situación, especialmente centrado en autoridades que intentan primero entender la enfermedad, posteriormente la búsqueda de una cura, mientras las sociedades comienzan a derrumbarse y sumergirse en un caos debido a la desesperante situación.

A destacar el necio personaje de Alan (Jude Law), que se vende como un periodista freelance que está en contra de las farmacéuticas, que cree que el Gobierno va a beneficiar a unos pocos con la vacuna, y que termina sacando provecho económico de la epidemia. Necio, pero entre todo lo que expone habrá cosas ciertas como la manipulación de medicamentos por parte de las poderosas empresas farmacéuticas.

Steven Soderbergh dirige con gran dinamismo, el desarrollo del largometraje, además de tomar varios personajes, se da también en diversos lugares geográficos, no se siente en ningún momento una caída, las imágenes se desenvuelven con total naturalidad, siendo esto un punto en suma importante, los síntomas de la enfermedad se dan con una naturalidad abrumadora, el uso del maquillaje y esa incómoda tos.

Esto le da una gran valía, porque todo se va sintiendo real sin mayores derroches visuales, pero con un impacto verdadero. El elenco es amplio por la diversidad de personajes, todos cumplen a cabalidad, Gwyneth Paltrow y Kate Winslet son las que más sobresalen, incluso el mínimo papel de John Hawkes, que fue una grata sorpresa en ese 2011. Una llamativa propuesta con un cierre magnífico.