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Voto de Peter Gabriel 77:
8
Drama Aunque Victor ha abandonado el boxeo, quiere seguir ligado a ese deporte como entrenador. Se plantea el reto de encontrar a un joven, entrenarlo y convertirlo en un auténtico campeón. Cuando descubre a André, un trabajador del ferrocarril que parece reunir las cualidades idóneas, se ofrece a entrenarlo. Pero el proyecto no satisface a Blanche, la esposa de André, que alberga la esperanza de abandonar la dura vida de París y llevar una ... [+]
26 de septiembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable gancho de Marcel Carné, un clásico reconocido cuya filmografía he ido drenando poco a poco en las últimas semanas y que precisamente me ha dado la mayor alegría con esta película, una de sus obras más olvidadas y donde su estilo resulta menos reconocible. Y ahí debe de estar el quid, por que tengo que reconocer que hay algo en Carné que me engancha, por que aunque nunca me noquee, ni siquiera en esta ocasión, donde vuelve a poderle el eau de camembert, nunca me decepciona y siempre vuelvo a por más. Por que Carné es más francés que la marsellesa, un romántico, un idealista, un croissant empedernido, pero lo lleva con garbo y su talento está fuera de toda duda. En esta ocasión, Carné, en todo un acto de humildad, vuelve su mirada al género pugilístico que Jolibud elevó a las alturas y lo hace suyo, facturando la única incursión francesa que yo recuerdo en un ring, en una historia que bebe de los referentes americanos pero que nos hace pagar el peaje del romanticismo, algo de lo que Carné no prescindiría jamás. La gran baza de la función es el eterno Jean Gabin, un tipo que con los años, a paso lento pero seguro, ha acabado por convertirse en uno de mis actores favoritos. Aquí lo vemos de nuevo reinando desde lo alto de la colina, y ni siquiera es un papel especialmente memorable, pero Gabin es mucho Gabin. Y Roland Lesaffre, un tipo al que sólo conocía por Teresa Raquín del propio Carné, da vida con cierto desparpajo y muchísimo realismo al boxeador de turno. Y he aquí un punto donde verdaderamente la película resulta memorable en su género: el realismo de los combates, o mejor dicho, del combate. Pocas veces he visto esta veracidad en una película del género. Carné adopta aquí un estilo casi documentalista y nos muestra un combate a tres asaltos en tiempo real donde vuelan los jabs, los directos y el furor del público llega hasta el propio sofá, mientras Gabin, el promotor del combate y la mujer de Gabin en la función, una espléndida Marie Daems, mantienen su propio combate de miradas a tres bandas mientras las hostias vuelan en el cuadrilátero en la que es, sin duda, la mejor secuencia de la función. En resumen, una película muy especial, donde el esquema tradicional del género resulta pervertido por unos personajes que no se ajustan a sus roles arquetípicos, como muy bien resalta mi compañero de taburete, y donde de nuevo el fatalismo romántico francés vuelve a hacer de las suyas en una recta final que no me dejó tan satisfecho como todo hacía preveer. Pero en fin. Ese era el aire de París, no cabe duda.
Peter Gabriel 77
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