Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Peter Gabriel 77:
8
Thriller. Drama Catherine, una ingenua chica de veinte años que acaba de quedarse huérfana, llega a París con una maleta y un dato: el nombre de André Chatelin, renombrado cocinero y dueño de un restaurante en Les Halles, que, además, hace veinte años estuvo casado con su madre. Chatelin, para disgusto de su madre, la acoge en su casa. Poco a poco, la cándida apariencia de la chica deja paso a un comportamiento inquietante. Duvivier desconcertó al ... [+]
21 de marzo de 2010
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable intriga cocinada a fuego vivo y con mucho mimo en la que uno se siente cual Halford en el Rectum en la hora feliz. Siguiendo el esquema típico americano de este tipo de arañazos en la pizarra, pero con un inequívoco sabor francés, Duvivier, un tipo del que recomiendo hasta el delirio su olvidada y memorable Seis Destinos, muy probablemente la mejor película episódica que he visto jamás, o al menos la mejor que ahora mismo logro recordar. Apabullante Gabin dando vida a un Artie Bucco francés, de buen fondo y confiado, como si hubiera vivido siempre entre fogones, con una naturalidad pasmosa. Y una inédita, en mi pantalla, Danièle Delorme está soberbia como paradigma de la femme fatale manipuladora que invita a lanzar juramentos contra la pantalla, uno puede imaginársela perfectamente en todos los televisores durante el minuto de odio de Orwell. Duvivier está fantástico, dotando la insidia de un ritmo sin cuartel cuyas piezas van cayendo como si un enfermo del Tetris estuviera a los mandos, recreando los ambientes de la ciudad y de los fogones del Vesuvio que regenta Gabin. Buena prueba de ello es el hambre que me entró pese a acabar de despacharme un solomillo de 400 gramos sin atisbo de compasión hacía poco más de una hora. Todos los secundarios, exceptuando, quizá, al amigo de Gabin, servido aquí demasiado crudo, están realmente fantásticos. El único pero que se le puede poner a este menú es que llega un punto donde uno empieza a sentir que esto es jauja, el Master Of Puppets suena de fondo, y pareciera que todos son simples títeres, presas demasiado fáciles en manos de la titiritera. Entonces el guión parece, y digo parece, que se precipite, como un títere más, tan manipulado como Gabin y compañía, y el pincel de Duvivier torna en brocha por momentos. Pero cuando uno está a punto de llamar al maitre y aducir cualquier pelambrera para no pagar la cuenta, Duvivier te plantifica un postre que te hace olvidar cualquier peaje pasado, como ocurre a veces en el Bernabeu, y finaliza la función de un modo tan desquiciado y bizarro que uno comenzaría una batalla de tartas si hubiera tenido compañía. Y tartas a mano.
Peter Gabriel 77
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow