Media votos
6,1
Votos
911
Críticas
5
Listas
7
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Sabir:
10
7,4
3.520
Romance. Drama
Stéphane y Maxime fabrican y reparan violines y otros instrumentos de cuerda. Un día Maxime le confiesa a su amigo que se ha enamorado de Camille, una joven y bella violinista. Los primeros encuentros entre Camille y Stéphane son fríos, pero poco a poco ella empieza a sentirse atraída por el frío e imperturbable socio de su novio. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2013
48 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película la música no es accesoria, como muchos pueden creer, sino que es parte esencial de la misma. El personaje principal es un homenaje rotundo a la persona de Ravel: el hombre solitario, enfermizamente tímido, que adora los mecanismos, que ama a la música porque "es un sueño". Un sueño frágil, casi de cristal, pero en el que cabe todo cuanto amamos y todo cuanto somos incapaces de convertir en otra cosa que no sea música.
Esta historia no es una historia de cobardía, no es una historia de amor, no es una historia de seducción ni es una historia de la indiferencia; sino una historia sobre la impotencia humana y cómo se sublima en la música. La impotencia de Stéphane para amar, que es la misma impotencia que le llevó a dejar el violín y a retener su frío corazón de invierno entre la soledad, los mecanismos, el silencio y la escucha distante de esa música de Ravel que se erige frágil y hermosa como un palacio de cristal.
Esta historia no es una historia de cobardía, no es una historia de amor, no es una historia de seducción ni es una historia de la indiferencia; sino una historia sobre la impotencia humana y cómo se sublima en la música. La impotencia de Stéphane para amar, que es la misma impotencia que le llevó a dejar el violín y a retener su frío corazón de invierno entre la soledad, los mecanismos, el silencio y la escucha distante de esa música de Ravel que se erige frágil y hermosa como un palacio de cristal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La principal pregunta que uno se puede formular al final de la película es: ¿él la amaba? ¿O era todo un juego de seducción sin más? La respuesta es que sí, claro que la amaba. Pero igual que amaba a la música, como un sueño que él ve incapaz de materializar, de dar vida (dice: "Hay algo muerto en mí", "Son emociones a las que no tengo acceso"). Se explica esto perfectamente en la escena final, cuando ella sale del bar, se sube al coche y empieza a sonar de nuevo la música de Ravel: ama a la música porque es un sueño, y ella también lo es. Además, hay un guiño en el que lo dice, cuando le pregunta la chica sobre si quería al maestro fallecido y él responde: "Antes era la única persona que amaba". Leyendo entre líneas: porque ahora te amo a ti también. Además, hay varias declaraciones "spinozianas" del amor, cuando afirma sinceramente "Me alegro mucho de verte", que es como decir "Me alegro de que existas", que es como decir "Te amo" en una de sus formas más puras.
Él pone en marcha el juego de la seducción impulsado por el deseo de conocerla casi sin darse cuenta, y, sobre todo, sin imaginarse que pueda surtir efecto sabiendo que Camille en teoría amaba a su amigo. Él, si os fijáis bien, casi nunca se acerca a ella; más bien es al contrario, e incluso en varias partes, cuando se da cuenta de lo que está pasando, da marcha atrás. No fue intencionadamente, pues, que forzó las escenas finales en las que se ve totalmente bloqueado por su impotencia y por las circunstancias destruyendo todo cuanto tiene, todo cuanto es ("Me estoy destruyendo a mí", dice a Camille).
Ella al principio no lo entiende, obvio, como la mayoría de los espectadores. Pero también en la escena final, cuando dirige sus ojos llorosos a la cristalera del bar se puede ver que lo entiende: su impotencia, su soledad. No hay rencor ya en esa mirada.
En la película no se explican los porqués. Nadie sabe por qué Stéphan es así, por qué anidó esa impotencia en su corazón. De ahí que sea difícil entenderlo, empatizar con él; porque no sabemos sus experiencias en la infancia, adolescencia, y más tarde aún. Pero realmente no es difícil imaginarlo, en una sociedad como la nuestra, donde se vive al margen de todo lo importante, donde se intentan esquivar los sentimientos, donde los corazones crecen en soledad... Donde el invierno nunca cesa.
Él pone en marcha el juego de la seducción impulsado por el deseo de conocerla casi sin darse cuenta, y, sobre todo, sin imaginarse que pueda surtir efecto sabiendo que Camille en teoría amaba a su amigo. Él, si os fijáis bien, casi nunca se acerca a ella; más bien es al contrario, e incluso en varias partes, cuando se da cuenta de lo que está pasando, da marcha atrás. No fue intencionadamente, pues, que forzó las escenas finales en las que se ve totalmente bloqueado por su impotencia y por las circunstancias destruyendo todo cuanto tiene, todo cuanto es ("Me estoy destruyendo a mí", dice a Camille).
Ella al principio no lo entiende, obvio, como la mayoría de los espectadores. Pero también en la escena final, cuando dirige sus ojos llorosos a la cristalera del bar se puede ver que lo entiende: su impotencia, su soledad. No hay rencor ya en esa mirada.
En la película no se explican los porqués. Nadie sabe por qué Stéphan es así, por qué anidó esa impotencia en su corazón. De ahí que sea difícil entenderlo, empatizar con él; porque no sabemos sus experiencias en la infancia, adolescencia, y más tarde aún. Pero realmente no es difícil imaginarlo, en una sociedad como la nuestra, donde se vive al margen de todo lo importante, donde se intentan esquivar los sentimientos, donde los corazones crecen en soledad... Donde el invierno nunca cesa.