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España España · Pamplona
Voto de Fernando86:
9
7,6
1.699
Documental Aclamadísimo documental iraní que relata la vida y sufrimiento en una leprosería, y calificado como una pieza imprescindible del género emparentado con obras como Las Hurdes (Luis Buñuel) o Freaks (Tod Browning). La única obra cinematográfica de Forugh Farrokhzad comienza con la cita "El mundo está lleno de fealdad. Aún habría más si el hombre apartara la mirada. Van a ver en pantalla una imagen de la fealdad, un retrato del ... [+]
16 de diciembre de 2010
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se ve el magnífico documental de Farrokhzad es inevitable pensar en Freaks o en Elephant Man. En ambas películas la cámara, aunque simpática y detallista, no puede evitar (o incluso ése es su objetivo) dibujar a los protagonistas como un "otro". Y en ambas la fealdad, lo distinto, se rebela y en la rebelión alcanza su condición humana. Pero ambas comparten esa idea: sólo a través de la lucha el freak se reivindica como ser humano (aunque sea arrastrándose sobre el barro bajo un carro o tirado y humillado en el suelo de un baño).

Sin embargo, en "La casa es negra" los "observados" no necesitan esa lucha. Tal vez sea porque el género documental no tiene la naturaleza agonística de una película con una trama lineal, pero lo cierto es que la mirada de Farrokhzad consigue con una naturalidad estremecedora borrar la barrera de los "otros". Al contrario, casi es la belleza la que por momentos se rebela y pugna por aparecer, atraida por una cámara fascinante, en encuadres siempre inteligentes, en el punto justo de imperfección.

Y por ello, aunque la casa es negra, hay muchos más colores. Al comienzo la autora reivindica con sutileza, voz sobre negro, acción humana para humanos, rompiendo el fatalismo divino que marca casi inevitablemente todo acercamiento a una enfermedad como la lepra. Hay una llamada, pero la lírica la aleja de la dura simpleza de la arenga (la comparación con Las Hurdes es elocuente). Es alucinante cómo el documental lleva al espectador a través de un magistral montaje que cambia los ritmos con la facilidad de un encantamiento: el vértigo estático de la escena de la pared (lunes...martes...miércoles...enero), la lluvia de imágenes febriles, la paz de las escenas del agua, de nuevo el vértigo del juego a la pelota, y esa escena perfecta del hombre regresando a la casa (negra) en el ocaso, plon, como cada tarde, plon, hasta que un día sea la última, plon. Directo pero sutil, nunca evidente (todos esperamos algo terrible cuando la cámara rodea a la niña a la que están peinando), con lo difícil que es mirar a esta realidad sin caer en el morbo, la exageración, el pesimismo fatídico o la compasión paternal.

Una joya de una dureza extrema, pero a la vez un extraño (por infrecuente) poema vitalista y humano; realista y militante, pero a la vez lírico y esperanzado.
Fernando86
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