Llegó como un soplo de aire fresco. Y propuso el cambio de "qualité" por calidad.

Traía ideas bajo el brazo. Pero eran visuales, y huían de la vaguedad.

Era un profesional del cine. Tenía nervio, tenía chispa. Y no le tembló el pulso al clavar la estaca.

Por una vez había alma en las imágenes. Y una increíble coherencia tonal. Había sentido del espectáculo y del tempo narrativo, con un ejemplar aumento progresivo de la densidad... la película avanzaba y cada vez cubría más...

Pero muy pocos siguieron su ejemplo. Y la quinta de la "mediocridad bienpensante" sigue moviendo los hilos.