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España España · Madrid
Voto de Tomine:
7
6,0
883
Animación. Drama. Romance Había una vez una casa en el medio del mar, donde una mujer esperaba tocando un violonchelo melancólico... Aguardaba a su amado, un pintor que siempre quiso ser marinero para navegar entre las medusas, las estrellas de mar y los peces de mil colores que soñaba en sus cuadros. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2007
102 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales del siglo XIX cambió la pintura.

La aparición de la fotografía produjo un giro en la concepción, por parte de los pintores, del objetivo y la esencia del arte pictórico. El cuadro no podía competir con la foto en la imitación de lo real. Los pintores potenciaron las cualidades intrínsecas del cuadro (la plasticidad de las pinturas, la bidimensionalidad, el lienzo como objeto palpable), y comenzaron a perspectivizar la realidad, a crear una propia. Apareció el impresionismo, y, más tarde, el cubismo.

A principios del siglo XXI, la historia se repite.

“Los Increíbles” está a un paso de la realidad grabada (luces, sombras, humanidad de los personajes). Es así como Pixar se da cuenta de que ha estado “evolucionando” su animación en una dirección incorrecta: el de la cada vez mayor correspondencia con la fotografía. Tropecientos ordenatas para reproducir chiquicientas piedrecitas en el fondo de una pecera: lo que se podría haber hecho, sencillamente, tomando una imagen de tal pecera.

El atractivo de la animación pasa por la aceptación y la potenciación de los mecanismos propios de esa técnica, en oposición a la imagen grabada. Si no, es absurdo utilizarla.

La imitación produce siempre la sensación de ser “falsa”, una mala copia: contra las contradicciones brutales de los Increíbles, el “correcaminos” se presenta como algo “auténtico”, puesto que el espectador acepta inconscientemente las reglas de la representación y entra en su mundo.


He aquí un ejemplo de animación pictórica en su sentido literal. Cuanto mayores son las limitaciones, más numerosas son sus virtudes. Una película artesanal para saborear, donde el ordenador es una herramienta y no un objetivo. Donde al espectador le parece estar asistiendo, por primera vez, a la proyección de una “moving picture”.

Aunque considero que Prado, dibujante de alma arquitectónica, debió delegar la dirección, recomiendo su visionado. Imágenes figurativas para un ambiente irreal.
Tomine
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