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Voto de Juan Ignacio :
6
Bélico El 9 de abril de 1940, los soldados alemanes llegan a la ciudad de Oslo. El rey de Noruega se enfrenta entonces a un dilema que podría cambiar para siempre la historia de su país. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 8 de Abril de 1940, al haber minado la marina británica previamente la costa noruega, 14 buques de guerra alemanes entran en aguas jurisdiccionales de este país que, hasta ese momento, mantenía la neutralidad en el conflicto europeo, con la intención de ocuparlo. Las baterías artilleras responden hundiendo uno de los barcos y a continuación Alemania invade el país escandinavo incluyendo numerosos ataques aéreos sobre la población civil. La acción transcurre desde ese momento hasta el 11 de Abril. Tres días históricos para Noruega pendientes de la reacción de su rey, Haakon VII, quien solo podía firmar la declaración de guerra, la rendición o la abdicación.

Erik Poppe dirige esta producción noruega, danesa, sueca e irlandesa con guion de Harald Rosenlow-Eeg y Jan Trygbe Roneyland basado fielmente en la novela homónima de Alf R. Jacobsens. El guion se centra en las vicisitudes del rey en esos días, en los esfuerzos del embajador alemán Brauer por evitar la declaración de guerra y la carnicería que esta acarrearía consigo, y, en tono menor, en el comportamiento del joven soldado Seeberg firme defensor de su patria.

A pesar del tema no estamos ante una película bélica, solo asistimos a una batalla, y sí ante una obra intimista sobre las reacciones del rey, de su hijo el príncipe Olaf y su familia. También en el caso del embajador alemán se hace hincapié en su situación familiar. Se presenta al monarca como a un hombre muy familiar, adorador de sus nietos, inseguro por el momento que vive e incluso asustadizo, quien, sin embargo, es consciente de la responsabilidad de su cargo; su decisión final, difícil de tomar, es lógico que fuera controvertida y aún hoy lo continuará siendo para algunos.

Para el espectador no noruego resulta lógico pensar que este filme solo puede tener cierto interés más allá de lo puramente cinematográfico. Si no se conoce bien la historia de ese país hay elementos que se pueden escapar y otros que pueden ser mal interpretados. Aunque la descripción que se hace resulta pedagógica, al final se añaden rótulos para explicar lo que ocurrió después con la suerte de los personajes principales, no siempre resulta completa esa labor; desconocemos, entre otras cosas, la composición política del parlamento y, sobre todo, la figura de Vikund Quisling, quien, al frente de su partido filo nazi, Nasjional Samling, da de inmediato el golpe de estado, lo que será determinante en la acción a tomar finalmente por el rey.

La dirección peca, desde mi punto de vista, del abuso que se hace de la cámara unida al steadycam, que llega a aburrir, aunque trate de dar cierto aire de documental y verosimilitud a la ansiedad que se trata de transmitir. Tanto correr con la cámara, pegarla al cogote de los actores, esos desagradables y antiacadémicos barridos que se hacen con ella, todo ello, es propio de un trabajo mediocre carente de planificación escénica, lo que lacra negativamente el resultado final del conjunto de la obra. La excelente fotografía de John Christian Rosenlund y la interpretación del veterano actor danés Jesper Christensen son lo mejor del apartado técnico-artístico.
Juan Ignacio
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