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Drama. Romance
Tres oficiales escoceses irrumpen en la casa de Sir Arne, lo asesinan junto a todos sus familiares y huyen luego con el baúl que guarda su famoso tesoro. Sólo dejan viva a la joven Elsalill, que en la orfandad tendrá que irse a vivir con unos parientes pobres a orillas del mar congelado. Allí conocerá a un encantador joven que espera el deshielo para partir, y del que pronto se enamorará... (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi primera crítica. Espero que sea útil a cualquier despistado que llegue hasta aquí, buscando algo más sobre El tesoro de Arne, Sir Arnes Pengar, de Mauritz Stiller, compatriota del gran Victor Sjostrom y descubridor de Greta Garbo.
Pensando que nunca podría ver esta obra maestra del mudo ( que yo sepa, nunca se ha editado en vídeo ni dvd, al menos en España, y, además, antes de la era del cine en casa tampoco la había visto en TV), la encontré en YouTube hace un par de días y me ha dejado una profunda huella.
La descripción del argumento, e incluso los resúmenes que incluyen el final, no dan una idea de la magia, emoción y tragedia que respiran sus fotogramas; belleza muda y helada en los fondos blancos, cubiertos de nieve, que te asaltan desde las primeras imágenes ( los árboles nevados, los hombres de fortuna que cruzan un desierto blanco y despiadado, los fríos rótulos sobre reyes, mercenarios y castigos), y que se van cargando poco a poco de una extraña, dolorosa humanidad ( la historia de amor de los protagonistas), para culminar en la grandeza de la mágica procesión final.
El director y sus colaboradores sacan un espléndido partido a los parajes naturales donde se desarrolla la acción: una tierra pobre y dura, donde la mayoría de los personajes trabajan duro para sobrevivir, como el pescador Torarin y su madre, o como el capitán del barco varado, y donde ni siquiera la riqueza resulta especialmente atractiva: la vicaría del rico Sir Arne es un espacio austero y desnudo, como la pequeña casa del humilde Torarin, o la posada del pueblo. Y los tres escoceses, con su riqueza mal adquirida, visten bien, pero siguen anclados en la isla de la que desean huir para volver a su patria sin que nadie los procese por sus crímenes.
Los personajes están interpretados en un registro que choca porque no cuadra del todo con las exageraciones a las que uno se acostumbra cuando ve cine mudo; la gestualidad está contenida, y los actores hacen gala de una naturalidad que, lógicamente, cede a la emoción cuando la situación y los sentimientos lo requieren: como en el miedo alucinado de la señora de Arne, la depresión y angustia de Elsallil ( vulnerable Mary Johnson) o los oscuros demonios que roen la conciencia de Sir Archie ( temible Richard Lund).
Para poder hablar con propiedad de esta hermosa película no tengo más remedio que referirme a su argumento y personajes, porque la historia podría fácilmente considerarse un puro melodrama si no fuera por un tratamiento que rehúye la espectacularidad y la ligereza y prefiere adentrarse en el alma de unos personajes sometidos a una dura lucha por la vida y maltratados por el destino y la fatalidad.
Pensando que nunca podría ver esta obra maestra del mudo ( que yo sepa, nunca se ha editado en vídeo ni dvd, al menos en España, y, además, antes de la era del cine en casa tampoco la había visto en TV), la encontré en YouTube hace un par de días y me ha dejado una profunda huella.
La descripción del argumento, e incluso los resúmenes que incluyen el final, no dan una idea de la magia, emoción y tragedia que respiran sus fotogramas; belleza muda y helada en los fondos blancos, cubiertos de nieve, que te asaltan desde las primeras imágenes ( los árboles nevados, los hombres de fortuna que cruzan un desierto blanco y despiadado, los fríos rótulos sobre reyes, mercenarios y castigos), y que se van cargando poco a poco de una extraña, dolorosa humanidad ( la historia de amor de los protagonistas), para culminar en la grandeza de la mágica procesión final.
El director y sus colaboradores sacan un espléndido partido a los parajes naturales donde se desarrolla la acción: una tierra pobre y dura, donde la mayoría de los personajes trabajan duro para sobrevivir, como el pescador Torarin y su madre, o como el capitán del barco varado, y donde ni siquiera la riqueza resulta especialmente atractiva: la vicaría del rico Sir Arne es un espacio austero y desnudo, como la pequeña casa del humilde Torarin, o la posada del pueblo. Y los tres escoceses, con su riqueza mal adquirida, visten bien, pero siguen anclados en la isla de la que desean huir para volver a su patria sin que nadie los procese por sus crímenes.
Los personajes están interpretados en un registro que choca porque no cuadra del todo con las exageraciones a las que uno se acostumbra cuando ve cine mudo; la gestualidad está contenida, y los actores hacen gala de una naturalidad que, lógicamente, cede a la emoción cuando la situación y los sentimientos lo requieren: como en el miedo alucinado de la señora de Arne, la depresión y angustia de Elsallil ( vulnerable Mary Johnson) o los oscuros demonios que roen la conciencia de Sir Archie ( temible Richard Lund).
Para poder hablar con propiedad de esta hermosa película no tengo más remedio que referirme a su argumento y personajes, porque la historia podría fácilmente considerarse un puro melodrama si no fuera por un tratamiento que rehúye la espectacularidad y la ligereza y prefiere adentrarse en el alma de unos personajes sometidos a una dura lucha por la vida y maltratados por el destino y la fatalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Así, los tres escoceses autores de la masacre en la vicaría de Sir Arne no son mucho más que mercenarios que se han quedado sin señor en un país extraño, y que, presa del hambre y la miseria moral, acaban cometiendo terribles crímenes. Pero en realidad la historia se centra la imposible redención por amor del más cruel de los tres: sir Archie, que, al enamorarse de la dulce Elsalill ( única superviviente de la matanza), conoce el remordimiento y se ve sometido al recuerdo de sus fantasmas, en especial el de la medio hermana de su amada, la joven Berghild, a la que asesinó mientras pedía clemencia.
Sin embargo, el amor que siente por la muchacha es real; las escenas que comparten están dotadas de una peculiar intensidad, desde el primer encuentro en la humilde granja de Torarin ( donde ha sido acogida Elsalill tras la brutal muerte de su familia adoptiva) hasta la trágica confrontación final. Sir Archie se desmarca de sus abyectos compañeros y se deja conmover por el desamparo y la belleza de la chica. Por su parte, ella no puede menos de encontrar atractivo al apuesto extranjero que la pretende y le propone matrimonio, seguridad, y la posibilidad de olvidar los terribles sucesos que ha sufrido. Pero lo cierto es que la muchacha no carece ni de principios ni de inteligencia; si bien es cierto que el pulcro aspecto y la cortesía de su galanteador ( tan diferentes de su apariencia brutal y descuidada del principio) la engañan por completo, la prevención y el rechazo están presentes en su actitud durante todo el cortejo.
La verdad se le ira revelando a partir de las apariciones fantasmales de Berghild: primero al propio Sir Archie, en una secuencia modélica de la película que culmina con un primer rechazo de Elsalill ( su espíritu, en efecto, aun está bajo la influencia de la tragedia vivida), y, finalmente, en la parte que tiene lugar en la posada, donde ella ha acudido guiada por el fantasma de su hermana.
Allí ve al desanimado Ser Archie, incapaz de tranquilizarse ni de participar en las bromas y oye a sus compinches mencionar que todavía tienen bastante dinero del tesoro robado. La verdad le causa una profunda angustia, al revivir el terrible asesinato de Berghild, que presenció escondida y paralizada por el terror. No obstante, la muchacha reconoce ante sí misma que se ha enamorado del asesino, por lo que el apasionado encuentro que, poco después, tiene lugar entre ellos supone una angustiosa escena en la que la verdad de los sentimientos de ambos chocan con la necesidad de ocultar al otro la verdad. Y es que Ser Archie no se ha atrevido a decirle que él mató a sus seres queridos; a lo más que llega es a ofrecerle la posible reparación del matrimonio. Sus remordimientos, muy reales, acaban donde empiezan sus intereses. Para Elsalill las cosas son muy diferentes. Incapaz de delatar a su amado, es incapaz también de ocultar la verdad.
No voy a contar aquí el final de la historia; pero sí voy a referirme a la dignidad y bondad de la protagonista femenina, marcada por la tragedia y la muerte, y capaz de inspirar una solución final que tiene mucho de milagro: la derrota final de sir Archie, consciente de su culpabilidad. La procesión final de las mujeres con el cuerpo de la inocente Elsalill, escena justamente famosa por su belleza, permite que el barco atrapado pueda zarpar por fin... pero sin devolver a los asesinos a su país.
Sin embargo, el amor que siente por la muchacha es real; las escenas que comparten están dotadas de una peculiar intensidad, desde el primer encuentro en la humilde granja de Torarin ( donde ha sido acogida Elsalill tras la brutal muerte de su familia adoptiva) hasta la trágica confrontación final. Sir Archie se desmarca de sus abyectos compañeros y se deja conmover por el desamparo y la belleza de la chica. Por su parte, ella no puede menos de encontrar atractivo al apuesto extranjero que la pretende y le propone matrimonio, seguridad, y la posibilidad de olvidar los terribles sucesos que ha sufrido. Pero lo cierto es que la muchacha no carece ni de principios ni de inteligencia; si bien es cierto que el pulcro aspecto y la cortesía de su galanteador ( tan diferentes de su apariencia brutal y descuidada del principio) la engañan por completo, la prevención y el rechazo están presentes en su actitud durante todo el cortejo.
La verdad se le ira revelando a partir de las apariciones fantasmales de Berghild: primero al propio Sir Archie, en una secuencia modélica de la película que culmina con un primer rechazo de Elsalill ( su espíritu, en efecto, aun está bajo la influencia de la tragedia vivida), y, finalmente, en la parte que tiene lugar en la posada, donde ella ha acudido guiada por el fantasma de su hermana.
Allí ve al desanimado Ser Archie, incapaz de tranquilizarse ni de participar en las bromas y oye a sus compinches mencionar que todavía tienen bastante dinero del tesoro robado. La verdad le causa una profunda angustia, al revivir el terrible asesinato de Berghild, que presenció escondida y paralizada por el terror. No obstante, la muchacha reconoce ante sí misma que se ha enamorado del asesino, por lo que el apasionado encuentro que, poco después, tiene lugar entre ellos supone una angustiosa escena en la que la verdad de los sentimientos de ambos chocan con la necesidad de ocultar al otro la verdad. Y es que Ser Archie no se ha atrevido a decirle que él mató a sus seres queridos; a lo más que llega es a ofrecerle la posible reparación del matrimonio. Sus remordimientos, muy reales, acaban donde empiezan sus intereses. Para Elsalill las cosas son muy diferentes. Incapaz de delatar a su amado, es incapaz también de ocultar la verdad.
No voy a contar aquí el final de la historia; pero sí voy a referirme a la dignidad y bondad de la protagonista femenina, marcada por la tragedia y la muerte, y capaz de inspirar una solución final que tiene mucho de milagro: la derrota final de sir Archie, consciente de su culpabilidad. La procesión final de las mujeres con el cuerpo de la inocente Elsalill, escena justamente famosa por su belleza, permite que el barco atrapado pueda zarpar por fin... pero sin devolver a los asesinos a su país.