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Venezuela Venezuela · Nueva Esparta
Voto de Sebastian Arena:
9
Drama Gran Bretaña. Durante los 40 años que duró el apasionado e inspirador matrimonio entre Iris Murdoch y John Bayley, el concepto de amor conyugal alcanzó su más alto y completo significado. Juntos pasaron la vida fundiendo sus personalidades, carreras y aspiraciones. El suyo fue uno de los grandes amores literarios del siglo, pero también fue la prueba de que el amor puede superar los tragos más amargos e inesperados de la vida. ... [+]
28 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegué a esta película por Winslet. He visto la mayor parte de su obra como actriz, y junto a Tilda Swinton y Cate Blanchett conforma lo que me gusta llamar mi «tríada del deseo». En fin, lo único que deseaba era admirarle en su belleza y talento. Sin embargo, a medida que la historia avanzaba, no dejaba de preguntarme: «¿cómo una filósofa así pudo haber pasado desapercibida?». La respuesta se puede encontrar fácilmente, eso es sentido común (le he dedicado un ensayo entero a la concepción de la «utilidad» y la «cultura» dentro de la sociedad en mi blog, que comienza así: «Lo útil es, para una mayoría plausible, aquello que, de una u otra manera es necesario»).

Sin ánimos de ofender a Gramsci y sus teorías, yo también abogo por decir: «¡Odio a los indiferentes!». Esta particular tendencia a defender «lo indefendible» me lleva constantemente a sentirme impotente ante las cuestiones que veo como injustas y que no puedo manejar de forma directa (mayormente, ficciones que observo, ya sea en cine o en literatura). Pero sólo he apuntado todo esto para dejar en claro que, en este caso, me senté a ver cómo, fríamente, una mente brillante que realmente existió, sucumbe ante su propia genialidad (¡otra vez la relación entre la locura y la genialidad!; véase mi crítica a la película venezolana «Reverón», 2011).

El caso es que me vi atraído por Murdoch, a raíz de esta obra. Quise conocer sus obras, todas las que pudiera encontrar. «Frenesí, de eso vive el obsesivo». Recordé cómo sentía que toda inteligencia que pudiera tener no me servía para intentar comprender la demencia de Nietzsche (ni siquiera leer la biografía de Safranski, a pesar de que me hizo llorar, logró calmar mi odio a la indiferencia respecto a este aspecto de su vida). Y así me sentía ante el Alzheimer de esta filósofa, impotente.

Sí, no ando por allí enorgulleciéndome de una estabilidad emocional ejemplar, porque no la tengo. Defiendo lo indefendible, y me sumerjo dentro de lo que aviva mi sensibilidad. En otra crítica apunté algo que me sirve mucho aquí: «La pasión es para mí un concepto de apropiación. Todo aquello que me apasiona, ya es mío en cierta forma».

[Continúo en «spoiler»...]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sebastian Arena
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