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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
9
Drama En el centro de El Cairo en 2009, Khalid lucha para realizar una película que capture el alma de su ciudad mientras encara la pérdida de su propia vida. Junto a sus amigos, que le envían imágenes de sus vidas en Beirut, Bagdad y Berlín se enfrenta una región al borde del abismo filmando la dificultad y la belleza de la vida. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título original es Akher Ayam el Madina, que puede traducirse por ‘Últimos días en la ciudad’, que ha participado ya en la Sección Oficial de la última Berlinale y tiene prevista su inclusión en la misma Sección de la próxima Viennale, lo que nos permite comprender la calidad del filme, cuya narración empieza en diciembre de 2009, es decir, durante los últimos meses de Hosni Mubarack en el poder, y se desarrolla a los largo de los meses que desembocarían en la primavera egipcia de 2011. De ahí que este largometraje esté lleno de simbologías y metáforas desplegadas ante el espectador, como son las constantes noticias sobre la agenda pública de Mubarack que difunde la radio, lo que permite un paralelismo obvio entre los últimos días en la ciudad de El Cairo del protagonista, Khalid, y los epígonos de la dictadura militar.

No menos valor metafórico tiene la constante e insatisfecha búsqueda de un apartamento por Khalid, que quiere mudarse de manera inmediata, pero no halla nada a su gusto, entre otras cosas, porque los ascensores de los diferentes edificios que visita están llenos de publicidad religiosa. En uno de ellos, la mujer no abre la puerta, porque está rezando y porque es mujer y en ese momento está sola en casa.

La ciudad, por lo tanto, es la gran protagonista de esta película, y en las constantes escenas del deterioro urbano, hemos de ver una correspondencia con las vidas sin horizontes de los pobladores de El Cairo, en general, y Khalid, en particular.

Podemos señalar también, que Khalid es un cineasta que intenta rodar una película con los recursos mínimos: una cámara y un portátil para seleccionar las imágenes, pero realmente no sabe qué película filmar, de ahí que el único técnico de que dispone, ante tanta indecisión, se rebele y eche en cara al director que no sé el rumbo del filme y que están dando vueltas en círculo a una misma idea o, mejor dicho, a una no idea.

Por otro lado, los amigos de Khalid son también cineastas, que intentan reproducir las imágenes de sus respectivos ecosistemas urbanos: uno en Beirut, otro en Bagdad y otro también bagdadí, pero refugiado en Berlín: la ciudad, por lo tanto, como fuente de inspiración, pero sobre todo como aislamiento vital.

Otro de los enfrentamientos que tiene Khalid es con Laila, su exnovia, que le achaca su pasividad, a lo que el joven responde: “Miro, luego existo”; porque es eso lo que hace exactamente el cineasta: observar con actitud de completo desvalimiento todo aquello que sucede a su alrededor. Sin duda por este motivo, en Akher Ayam el Madina la cámara se demora en detalles aparentemente mínimos, como pueden ser las burbujas de una pastilla efervescente o las caídas de una gota de agua y fragmentos de papel.

Miro, luego existo, pero podemos entender ahí que se trata de una existencia en sentido estricto, sin impulso vital: poco más que respirar y grabar imágenes en actitud de incompetencia.

Ante esta situación, ante un presente inexistente y un futuro exageradamente incierto, la mente de Khalid se dirige hacia un pasado donde intenta recordar a su padre fallecido o unos años de dicha transcurridos en Alejandría. Por supuesto también, la nostalgia de la novia perdida, y perdida definitivamente, además, porque de la inacción del chico pocas esperanzas cabe concebir.

Desde el punto de vista técnico, cabe mencionar cómo se lleva a la cámara al extremo de sus posibilidades, pues se la obliga a recoger imágenes distorsionadas, borrosas o primerísimos planos de los personajes, muchas veces ni siquiera de la cabeza completa, concentrándose en los ojos en la mirada inane de que venimos hablando.

De manera que, nos hallamos ante una película que trasciende su circunstancia, es decir, la caída del régimen de Mubarack, puesto que el cine se convierte en metáfora de la vida y la ciudad se erige en símbolo de la existencia.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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