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Voto de Fco Javier Rodríguez Barranco:
8
Drama Año 1990. Polonia acaba de abrirse al capitalismo. Entre la novedad de las cintas de VHS, las clases de aerobic y los discos de Whitney Houston, cuatro mujeres intentan lidiar con la represión sexual y los amores insatisfechos. Agata, atrapada en un matrimonio infeliz, se siente atraída hacia un cura. Renata, ya en su madurez, siente fascinación por su vecina Marzena, que quiere ser modelo. La hermana de Marzena dirige un colegio y ... [+]
8 de julio de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego que Gérard Depaurdie, Robert de Niro y Donald Sutherland interpretan papeles alegóricos en la descomunal Novecento (1976), de Bernardo Bertolucci. Más en concreto, el proletariado, la aristocracia y el fascismo, respectivamente. Por supuesto que Nicole Kidman desarrolla un rol alegórico en su papel de Grace, dentro de Dogville (2003), de Lars von Trier: para más exactitud, el de la virtud escarnecida en los Nueve Círculos del Infierno, de Dante. Ni que decir tiene que la literatura está llena de ejemplos de personajes alegóricos y quiero recordar ahora a Alejandra, que es la personificación de Argentina en la novela Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, y mira que no soy yo demasiado ernestosabatiano, pero quiero barrer hacia el terreno de las alegorías nacionales. Y así podríamos seguir prácticamente ad eternum.
Muy curiosa se me antoja la alegoría que señala el profesor Bermejo Marcos en relación con Divinas palabras, de Valle-Inclán, donde la alternancia en los amores de la Mari-Gaila sugiere la equiparación del sacristán con Cánovas y la del farandul con Sagasta, en clave esperpéntica, por supuesto: pues no era nadie don Ramón.
Lo que ya no es tan frecuente es que una misma alegoría se desarrolle en varios personajes de una trama, al menos en los personajes principales de un argumento, como sucede en Estados Unidos del Amor (2016), de Tomasz Wasilewski.
Ambientada en Polonia, en unos barrios que rezuman soledad y tristeza, y rodada en tonos espectacularmente apagados, algo así como desgastados, y sin banda sonora, la acción se sitúa en 1990, recién caído el muro de Berlín, cuando los países satélite de la Unión Soviética se abrían a otras opciones, podríamos pensar que esta película es una crónica de aquellos años inciertos y sería una interpretación sin duda válida, pero considero que insuficiente.
También podríamos pensar que se trata de una sucesión de relaciones desamorosas, a saber: la adúltera de Agata con un cura; la de Iza con un recién enviudado doctor, un romance que ya venía de mucho antes de que el galeno perdiera a su mujer; y la de la jubilada y poco agraciada físicamente Renata por la joven Marzena, que ha ganado un concurso de belleza.
Podríamos pensar, como digo, que todo esto es como la antítesis de los dos Manuali d’amore (2006 y 2007), ambos de Giovanni Veronesi, y no estaríamos marrando la opinión, pero sin duda nos estaríamos quedando cortos, porque Estados unidos del amor va mucho más allá.
Y a partir de ahora, no tengo más remedio que bucear parcialmente en el argumento para sostener mis apreciaciones. Espero no estropear a nadie con ello el disfrute de esta soberbia cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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