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España España · Donostia-San Sebastián
Voto de Keichi:
8
Romance. Comedia Continúa el ciclo de Antoine Doinel tras "Los cuatrocientos golpes" y "L'amour à vingt ans". El protagonista (Jean-Pierre Léaud), tras ser expulsado del ejército por insubordinación, visita a su antigua novia, Christine (Claude Jade) cuyo padre le encuentra a Antoine un trabajo temporal como vigilante nocturno de un hotel. Sin embargo, por culpa de un detective privado, pierde el empleo el primer día. Para compensarlo, el detective le ... [+]
8 de septiembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Besos Robados Truffaut vuelve a interesarse por el destino de su predilecto Antoine Doinel, eterno Jean-Pierre Léaud. El alter ego del director ya es todo un hombre, aunque en el fondo siga siendo el mismo adolescente rebelde, idealista e inmaduro de siempre. Expulsado del ejército, Antoine ejercerá de vigilante nocturno, detective privado, dependiente encubierto y técnico de servicio. Tampoco sus amoríos permanecerán estables, entre la esquivadiza Christine (Claude Jade) y una idealizada Delphine Seyrig cuyas infidelidades a su marido (Michael Lonsdale) emulan a las de El lirio del valle de Balzac. Así, la historia del film es un continuo ir y venir de vivencias y contradicciones en las que trata de encajar un protagonista patoso pero encantador en su inocencia. Al éxito del film contribuyó sin duda la maravillosa partitura de Antoine Duhamel, con el que Truffat volvería a contar para La sirena del Mississippi y Domicilio Conyugal.

A pesar de que algunos consideran que la situación política de Mayo del 68 quedó reflejada en la película, Besos Robados es un film sin excesivas pretensiones, aunque ahí queda el homenaje a Henri Langlois, apartado por el gobierno de De Gaulle de la Cinémathèque Francesa. Truffaut rueda el devenir de su protagonista como una serie de situaciones inconexas que van de lo cotidiano al surrealismo, Antoine frente al espejo, las tostadas del desayuno o un imaginario sistema de correo subterráneo. Pero detrás de esta aparente insustancialidad hay una incuestionable ternura, la del amor entendido como algo inestable, volátil, la eterna nostalgia a la que se refiere la canción de Charles Trenet que abre y cierra la película. Y a tenor del perseguidor de Christine, nunca se es lo suficientemente adulto para no volverse loco por alguien. No cabe duda de que detrás de la cámara de Truffaut había un romántico empedernido.
Keichi
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