Hay que dejar de ver un maniquí arrollado por un coche, y en su lugar ver un homenaje a “Asalto y robo de un tren”; ver en las flechas explosivas un precedente del que Rambo tomaría nota; ignorar la presencia del niño mecánico, uno de los personajes más lamentables e incoherentes que he visto en bastante tiempo (y eso que veo mucha bazofia)...

Así, haciendo malabarismos mentales podemos pasar por alto bastante cosas, e incluso disfrutar de cómo los cuerpos explotan en pedazos a cámara lenta, esparciendo sus vísceras por el desierto, o llegar a considerar creíble la penosa relación amorosa entre los dos personajes, que no sé si intercambian más de un par de frases en toda la película.

Mención especial merece la escena de la sodomización. Realmente es algo tan bizarro e inesperado que me sorprendió, e incluso he de admitir que se me dibujo una sonrisa en la cara al ver la muerte final del villano, siendo penetrado por un mecanismo metálico giratorio, que atraviesa la carrocería de su coche y seguidamente su ano...

Las actuaciones son extraordinariamente limitadas, sin embargo resulta refrescante la presencia de Fred Williamson, que sin realizar una interpretación memorable, arroja algo de luz en medio de la continua niebla interpretativa que inunda el filme. Giancarlo Prete actúa como si con él no fuera la cosa, y los villanos dan todo un recital sobre qué es una mala actuación.

En cualquier caso, y pese a todo lo dicho, el conjunto global de filme conseguirá entretenerte si eres un aficionado al cine de ciencia ficción con toques post-apocalípticos. Resulta asimismo destacable la explicitud de la violencia y sobre todo el hecho de no durar más de 90 minutos. Repito: sólo para incondicionales del género o del director.