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Voto de seagal4ever:
6
6,3
205
Drama. Intriga. Cine negro
Wong Low Get (Edward G. Robinson), un temible sicario de una banda del barrio chino de San Francisco, recibe el encargo de asesinar a su buen amigo Sun Yat Ming (J. Carrol Naish). Antes de cometer el crimen, Sun le pide que cuide de su hija (Loretta Young) y la haga feliz. (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película. "El hacha justiciera" es uno de los primeros filmes del conocido cineasta William A. Wellman. Sin ser ninguna obra maestra, la historia es lo suficientemente atractiva, y por momentos pintoresca, como para mantener la atención del espectador durante los poco más de 70 minutos que dura. Edward G. Robinson es el protagonista absoluto de la función y, sinceramente, si bien en un primer momento chirría bastante verle encarnar al personaje chino de Wong Low Get, según avanza la trama, este hecho deja de ser un inconveniente para convertirse más bien en una virtud.
El filme está basado en la obra teatral "The Honorable Mr. Wong", de David Belasco y Achmed Abdullah. La historia sigue la vida de Wong Low Get (Robinson), un honorable sicario al servicio de uno de los Tongs más poderosos del barrio chino de San Francisco, a lo largo del primer tercio del siglo XX. En plena guerra de clanes, Wong recibe el encargo de acabar con un enemigo del Tong: se trata de Sun Yat Sen, su mejor amigo. Pese a las reticencias iniciales a cometer el asesinato, Wong, un hombre de honor y de palabra, decide llevarlo a cabo no sin antes prometer a su amigo que él mismo se encargará de criar a su joven hija y hacerla feliz durante toda su vida.
Creo que lo que más nos puede llamar la atención a nosotros como espectadores occidentales es el retrato que se hace del barrio chino de San Francisco, un mosaico lleno de vida y singulares personajes donde el honor y el respeto a la figura de Buda es el común denominador de todos cuantos lo pueblan.
El filme está basado en la obra teatral "The Honorable Mr. Wong", de David Belasco y Achmed Abdullah. La historia sigue la vida de Wong Low Get (Robinson), un honorable sicario al servicio de uno de los Tongs más poderosos del barrio chino de San Francisco, a lo largo del primer tercio del siglo XX. En plena guerra de clanes, Wong recibe el encargo de acabar con un enemigo del Tong: se trata de Sun Yat Sen, su mejor amigo. Pese a las reticencias iniciales a cometer el asesinato, Wong, un hombre de honor y de palabra, decide llevarlo a cabo no sin antes prometer a su amigo que él mismo se encargará de criar a su joven hija y hacerla feliz durante toda su vida.
Creo que lo que más nos puede llamar la atención a nosotros como espectadores occidentales es el retrato que se hace del barrio chino de San Francisco, un mosaico lleno de vida y singulares personajes donde el honor y el respeto a la figura de Buda es el común denominador de todos cuantos lo pueblan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El ritmo del filme, pese a la ya comentada escasa duración del metraje, es bastante tedioso por momentos. A la historia le cuesta mantener el tipo y no será prácticamente hasta la segunda mitad del filme cuando por fin logré coger ritmo el asunto y aumente progresivamente el interés. La subtrama de la historia de amor entre Sun Toya San y el guardaespaldas, pese a ser fundamental en el devenir de la historia, es el principal escoyo a la hora de lograr la adecuada cadencia narrativa.
En todo caso, el filme posee toda una serie de interesante virtudes. Entre ellas, uno de los elementos que más me llamó la atención fue la sutileza y elegancia con la que Wellman logra plasmar en imágenes los distintos asesinatos cometidos por Wong a lo largo del desempeño de su labor como sicario. La primera de estas muertes, la de su amigo de la infancia, se construye en torno al paralelismo que se establece entre la figura del padre de la niña y el muñeco que ésta abraza mientras duerme y que tiene la cabeza cortada.
La muerte del criminal de Sacramento también es todo un derroche de ingenio. En este caso no se muestra, sino que se emplea el recurso de una acertada elipsis que va desde el momento en que Wong hace un enigmático comentario sobre la cabeza del delincuente, hasta que éste se encuentra en el tren de vuelta a su casa mientras lee un periódico en que se menciona la muerte del susodicho maleante y al mismo tiempo se declara la paz entre los clanes enfrentados mientras una burlona sonrisa se dibuja en el rostro de Wong. Una secuencia portentosa. Y creo que no hace falta mencionar la muerte final, pues resulta tan efectiva como perturbadora.
A este respecto, mencionar que el nivel de violencia del filme es bastante llamativo teniendo en cuenta la época de la película. Del mismo modo, no existe reparo alguno en hablar del tráfico de drogas (opio) o de la prostitución en la que ha caído Toya tras quedar en manos del irresponsable y necio guardaespaldas.
Dicho esto, y para ir terminando, simplemente comentar que el filme resulta bastante agradable de ver por todo lo comentado (corta duración, historia pintoresca, habilidad a nivel de dirección de Wellman), pero creo que no termina de ser totalmente redondo por la inclusión de la subtrama de amor que, pese a ser necesaria, no está construida con la suficiente fluidez como para soportar sobre sus hombros el peso del filme. Y es que la trama principal es sólida, convincente y cruenta como pocas.
Del mismo modo, ver a Edward G. Robinson de chino no tiene precio, sinceramente. Este hombre está hecho un auténtico todoterreno.
En todo caso, el filme posee toda una serie de interesante virtudes. Entre ellas, uno de los elementos que más me llamó la atención fue la sutileza y elegancia con la que Wellman logra plasmar en imágenes los distintos asesinatos cometidos por Wong a lo largo del desempeño de su labor como sicario. La primera de estas muertes, la de su amigo de la infancia, se construye en torno al paralelismo que se establece entre la figura del padre de la niña y el muñeco que ésta abraza mientras duerme y que tiene la cabeza cortada.
La muerte del criminal de Sacramento también es todo un derroche de ingenio. En este caso no se muestra, sino que se emplea el recurso de una acertada elipsis que va desde el momento en que Wong hace un enigmático comentario sobre la cabeza del delincuente, hasta que éste se encuentra en el tren de vuelta a su casa mientras lee un periódico en que se menciona la muerte del susodicho maleante y al mismo tiempo se declara la paz entre los clanes enfrentados mientras una burlona sonrisa se dibuja en el rostro de Wong. Una secuencia portentosa. Y creo que no hace falta mencionar la muerte final, pues resulta tan efectiva como perturbadora.
A este respecto, mencionar que el nivel de violencia del filme es bastante llamativo teniendo en cuenta la época de la película. Del mismo modo, no existe reparo alguno en hablar del tráfico de drogas (opio) o de la prostitución en la que ha caído Toya tras quedar en manos del irresponsable y necio guardaespaldas.
Dicho esto, y para ir terminando, simplemente comentar que el filme resulta bastante agradable de ver por todo lo comentado (corta duración, historia pintoresca, habilidad a nivel de dirección de Wellman), pero creo que no termina de ser totalmente redondo por la inclusión de la subtrama de amor que, pese a ser necesaria, no está construida con la suficiente fluidez como para soportar sobre sus hombros el peso del filme. Y es que la trama principal es sólida, convincente y cruenta como pocas.
Del mismo modo, ver a Edward G. Robinson de chino no tiene precio, sinceramente. Este hombre está hecho un auténtico todoterreno.