spoiler:
A través de una bellísima y cálida fotografía tanto de interiores como de exteriores, Sam Mendes nos narra una triste y cruel fábula sobre los deseos y anhelos de un pobre desgraciado que podría ser cualquiera de nosotros.
Y es que si ese pobre desgraciado se llama Lester Burham y además viene interpretado por el siempre genial Kevin Spacey estamos hablando directamente de éxito, pues el notable intérprete sabe dotar a ''su criatura'' de ternura, mala leche y a la vez compasión por parte del espectador. Si ese demonio con piel de ángel viene encarnado en una de las actrices más brillantes de la década de los 90 como podría ser Annette Bening por supuesto seguimos hablando de éxito. Y si además se unen dos interesantes descubrimientos (no solo puramente de belleza, sino también a nivel interpretativo) como son Thora Birch y Mena Suvari, a la vez que se suma un secundario tan resultón como Chris Cooper la palabra éxito merece ser la que aparezca en la portada de todo texto relacionado sobre el reparto de 'American Beauty'.
Alan Ball, al igual que en el resto de sus magistrales guiones, consigue conjugar la comedia y el drama de una manera más que meritoria en esta tragedia urbana de momentos punzantemente eróticos y otros en los que la violencia cerebral (más que la física) se adueña de la pantalla, reduciendo a sus víctimas a meros retazos de todo lo que podría ser unas personas felices.
Para culminar esta triste, enternecedora y a la vez divertidamente ácida fábula (muy merecidamente premiada por cierto para aparentemente haber sido ignorada tratándose una película independiente y sin grandes pretensiones comerciales), San Mendes y Alan Ball nos reservan un desenlace sobrecogedor y amargo que refresca las pupilas ante su negra, negrísima absolución de cuerpos y de almas, sin solución posible.
La única solución alternativa: no convertirnos en los monstruos de nosotros mismos.
Una obra maestra perfecta, amarga, ácida y divertida.
·LO MEJOR: todo.
·LO PEOR: ser tú el protagonista de la historia.