Ganadora contra pronóstico hace cinco años del Oso de Oro con LA TETA ASUSTADA, Claudia Llosa regresa a la competición oficial de la Berlinale con un producto bastante disímil al que le reportó un significativo reconocimiento internacional. Digámoslo pronto: dudamos que ALOFT le reporte los mismos loores que aquel estimable retrato de una mujer asaetada por la influencia del maltrato a las mujeres durante la dictadura del Perú.
Llosa abandona los aledaños de la capital peruana para trasladarse a un confín helado, a un remoto lugar del planeta de apariencia polar, desértico, en el que esas adversas condiciones climatológicas definen el comportamiento de los personajes convocados. ALOFT propone una historia dividida en dos tiempos bien distintos: el de una mujer que vive desesperada por la grave enfermedad mental irreparable que padece su hijo más pequeño y el de una pareja de jóvenes que emprende un viaje hacia el confín de apariencia ártica, cuyas imágenes se encargan de servir de prólogo. Pronto intuiremos que el hombre que viaja es el hijo mayor de esa mujer, de ahí que, en principio, la historia que tiene que ver con su madre y su infancia sirve para explicar los motivos ocultos por los que ha decidido emprender el viaje junto a su compañera, reportera de televisión.
El principal problema del film es la escasa entidad de sus dos vertebraciones narrativas principales para soportar la grandilocuente trascendencia pseudometafísica contra la que se quiere abocar el significado último del film. ALOFT pertenece a esa clase de mayúsculos errores cinematográficos que acaecen cuando el mensaje pretendido se considera suficiente como coartada narrativa del film. Que la finalidad justifique el medio no suele ser buen compañero de fatigas dispositivas. Esto es lo que le ocurre a la nueva película de Claudia Llosa: que vende la entidad de las partes para que el todo quede expresado con una nitidez tan meridiana como injustificada, estridente e infructuosa.
Pese a la mutua dependencia, las dos historias dispuestas se repelen entre sí, pues el paralelismo de tiempos no revierte significación conjunta creíble y, además, cuando acaece la intersección, ésta evidencia lo aparatoso de su capricho. Sólo la preponderancia otorgada al entorno geográfico es capaz de disimular la simpleza argumental y la tosquedad dramática con las que están expuestos los hechos, y perfiladas las reacciones de los personajes principales. La gelidez del paisaje, la dificultad de su preponderancia aportan mucho más que el lánguido entrecruce de conflictos urdido. Demasiado aparatosa para reclamar el denso melodrama que persigue, demasiado artificiosa para concretar la altisonante significación trascendental que trata de imponer finalmente, ALOFT concluye convertida en un precipitado manual de heridas soflamadas a destiempo.
spoiler:
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