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España España · Sevilla
Voto de Musiczine:
1
Romance. Drama Cuando Anastasia Steele, una estudiante de Literatura de la Universidad de Washington (Seattle), recibe el encargo de entrevistar al popular y joven empresario Christian Grey, un millonario de 27 años, queda impresionada ante su extraordinario atractivo. La inexperta e inocente Ana intenta olvidarlo, pero no lo consigue. Cuando la pareja, por fin, inicia una apasionada relación, a Ana le sorprenden las peculiares prácticas eróticas de ... [+]
11 de febrero de 2015
116 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era de esperar. Consumada la chorrada, la nadería y la celebración de la blandura. La adaptación cinematográfica de la famosa novela de E. L. James está a la melindrosa altura del referente literario desde el que parte. Nos hallamos frente a la consumación de una morrocotuda operación comercial hecha a mayor gloria de los látigos que no hacen daño… esto es, a la flagelación con papel de celofán, al gemido Barbie Mocosete, al orgasmo de media punta, al corrimiento a distancia, a la salvajada profiláctica dentro de un orden … Nada por aquí y nada por allá... de aquí te cepillo, aquí te mato, ni media. 50 SOMBRAS DE GREY no es un film, sino una burda excusa para que pasen por caja las millonas de lectoras que han sucumbido a esta ñoñez indolora.

La película, de sobra conocido por todos, narra los encuentros amorosos entre un multimillonario, joven, guapo y guarrillo, que se lo quiere montar de transgresor sin cuero con una inocente chica, a quien conoce en su despacho cuando ésta acude a hacerle una entrevista para una publicación. El amor surge waltdisneyforme. Un cuento de hadas puesto al día, al que se quiere oscurecer mediante un ardid que se quiere siniestro y perversísimo: al tal Grey, le va el sado… dice que no hace el amor, sino que folla y tiene una cámara con un surtidito de juguetes para el sado que ya quisiera Falete para sodomizar, más aún, a su flotador patito… el meollo juguetón de la peli lo ocasiona la aceptación de ella del juego de sumisiones que le plantea el bizarro forrado…

La película es un infausto compendio de mediocridades escénicas y literarias estiradas, ralentizadas y sobadas hasta la extenuación. No hay más conflicto que la contemplación del patético fotonovelón con ínfulas peligrosas. Los dos personajes están pincelados a golpe de tópico facilón: él, un príncipe azul con ganas de mamporrear glúteo después de poner el zapato de cristal… y, ella, la cenicienta con ganas de agacharse en bolas después que la calabaza se convierta en coche de lujo. No hay más sorpresa que la de contemplar con qué caprichito (o caprichoto) caro y volantinero (que si un paseo con helicóptero, que si otro con un aeroplano donde ni siquiera un polvo sin motor) le sorprenderá él niño bonito a la bella obediente del cuarto con cosas para pegar y meter.

La realización de Sam Taylor-Johnson es igual de calentorra que el jardín de cubitos de un iglú. Caligráfica, torticera y modosona, confunde elegancia con bocadillo de papel de Albal por dentro, y, calentura, con cremallera de candado de cancela antigua. El director únicamente se aviene a que nada incomode la clarita transparencia de la función: ni un solo deslizamiento oscuro, ni un solo momento que intente sobresalir de lo castradoramente aplicado, ni una sola voluntad de transgresión. Tramposo como un Photoshop de Kiko Rivera con la cintura carmina de Cayetano, Taylor-Johnson se limita a fornicar sin echar ni gota… Lo suyo no es un coitus interruptus, sino un kiki de caca sobre sábanas de mucho raso y poco pelo.

En resumidas cuentas, un video clip de lujo casto, que ni vale como radiografía del sentimiento amoroso, ni como estudio de los mecanismos del deseo, ni como ahondamiento en las entrañas emocionales de la tortura, la dependencia y el acatamiento afectivo. Una puesta en escena tan desabrida y empalagada como las fantasías húmedas de Bob Esponja pensando en una peli de porno de algas, ni siquiera los esfuerzos de los dos intérpretes pueden hacer nada por evitar la mustiez generalizada. Él, está especialmente nefasto. Jamie Dornan pone todo el rato cara de estar haciendo el exámen de química de selectivo. Dakota Johnson enseña toda la física, pero, nada… como si te tocas los bajos haciendo un examen de religión. Un calvario de vulgaridades, un suplicio de mandangas, una exquisita tortura para retinas pacientes. El que quiera polvo del bueno, que no se arrima a esta era. Y el que quiera un porno mejor que éste, que se imagine a la Campos con su Bigote catándole el Arrocet.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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