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Voto de Sines Crúpulos:
1
Aventuras. Romance Amor, honor, traición y pasión en el Reino de Camelot. Cuando Lady Ginebra contrae matrimonio con el rey Arturo, lo hace movida por dos razones: el respeto y la admiración que siente por él y la necesidad de que proteja su reino, Leonesse. Pero, cuando el destino lleva a Camelot al apuesto caballero Lanzarote, surge de inmediato el amor entre ellos, lo que sitúa a Ginebra ante un difícil dilema. (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2010
70 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las películas de época los príncipes y las princesas, a parte de guapos y humanos de una pieza, son hábiles física y psicológicamente. Meeec, error. Eso no cuela. La sangre azul suele ser sangre de subnormales, por la proximidad genética de todos conocida: si el espermatozoide A y el óvulo B son primos hermanos, lo más probable es que el cigoto C se forme sin terminar de hervir. Vean esos cuadros de Felipe IV, por favor. ¿Se imaginan al tío ese hablándole de amor a una dama en una conversación sutilmente picarona, cargada de símiles levemente sexuales y metáforas sobre la conquista de corazones? Yo solo le puedo imaginar comiendo chorizo con la boca abierta. Y ellas, ejem, échenle un vistazo a las meninas de Velázquez, por favor. Todos hemos visto las enanas con cara de feriantes y bigote, bastante gordas y bastante mal vestidas. ¿Se imaginan a Richard Gere llevando en volandas a una de estas señoritas en su corcel blanco alado? No levantaría ni un palmo. Aún así, no se engañen, en aquellos tiempos, a un señor con la cara de rata de Richard Gere sólo le podía esperar el fuego de una hoguera o una buena guillotina, porque su rostro de roedor les recordaría a la peste, tal cual a mí ahora mesmo.

En fin, que esa corte de jovencitos y jovencitas que se sientan a comer cochinillos de los de manzana en boca como si sentaran en un burger no les quedan bien las mangas con volantes y ribetes de oro. Y esos juegos de miradas picaronas resultan de lo más ridículo.

Hay una escena en la que se dedican la prota y el Richard unas miradas jugetonas, en presencia del marido de ella, que no es otro que Sean Connery, claro, que interpreta a un rey, como era de esperar. ¿No percibe el juego? Venga, por dios, por Thor, por Zeus y por la santa madre iglesia, que no era así. ¿Cómo era entonces? Ni puta idea, no estaba allí, pero no era así. Prefiero pensar que era más del estilo de Rinconete y Cortadillo, o el Lazarillo… algo menos azucarado y melosón, más cachondo, más llano, menos gilipollesco.

Esos pueblerinos que se acercan a los festejos de la corte. ¿Qué han hecho al levantarse? ¿Se han lavado en un río? ¿Se han tomado un vino en una taberna de mala muerte? ¿Se han hecho la cama? ¿Tienen lecho? ¿De qué han hablado por el camino? Eso es lo que interesa, y no si el Richard Gere es el mejor concursante de Gran Prix de la historia o si es de un atrevido con las damas reales que paqué. Pffff… menudo coñazo los tejemanejes amorosos de la corte. No se entiende porqué hay tanto noveleo barato de los entresijos amorosos de esta peña, Las amistades peligrosas, Sisí tu di que sí, etc. Vaya puto coñazo, qué poco interesante.
Sines Crúpulos
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