Lo peor no es que ese grupito de 10 canciones chachis se hayan convertido ahora en un pupurrí de la Década Prodigiosa a cien canciones por minuto, qué pena, si no que llegado el inevitable momento en el que Brad Pitt se quita la camiseta, mi mujer me suelte: tienes que apuntarte a boxeo y yoga. Yo le digo que con 30 ya podrá. Me dice que tiene más de 50 y le hablo del encanto de las barriguitas, pero no cuela.
El resto de la peli me lo paso imaginando que resulta que soy un crack en potencia del boxeo, y que un día me encuentro a Tarantino en Donosti de pinchos. Pero entonces empieza el cachondeo de fuego y cabezas aplastadas y pienso que estoy harto ya de marvels y familias que cruzan la galaxia para salvarnos a todos gracias al Amor. Y me acuerdo de las banderas en la luna y de las palomitas de maíz. Así que, qué coño, no está mal ver de vez en cuando como le arrean en todo el gepeto a la homofobia, el racismo, la derecha, la izquierda, el machismo, los USA y los no USA, aunque haya que aguantar largas horas de metraje desorientado y algo infantil para esos 5 minutos de regocijo.