Sergio Leone ha puesto de moda el western mediterráneo (nos gusta mucho más esta denominación que la que alude a la famosa pasta), y no faltan proyectos cinematográficos que quieren seguir la misma senda. Es el caso de esta cinta con una buena idea de partida, el pistolero que regresa al pueblo buscando venganza, West Evans (James Mitchum), y se encuentra con dos familias enfrentadas que quieren imponerse, ("Por un puñado de dólares", ¿les suena?), a su antigua novia, Nancy (Sannover), casada con el malvado Rudy Dansers y a las fuerzas vivas del lugar acobardadas y expectantes.
Sin embargo, al trasladar la idea al guión este empieza pronto a hacer aguas, sobre todo por el fallido casting y por la interpretación, empezando por el hijo que está a años luz del gran Robert Mitchum y siguiendo uno a uno por todos los demás.
El enfrentamiento definitivo entre las bandas en el Gran Cañón que da nombre a la película, una auténtica mascletá fallera de tiros y más tiros con muertos y más muertos en el desfiladero, se salda al final con una resurrección masiva de todos ellos que vuelven a tomar sus monturas como si tal cosa. Tampoco falta la escena del sheriff encerrado con su ayudante y la chica en la comisaría donde mantienen encarcelados a varios forajidos, repeliendo el ataque de los amigos de estos (véase a Howard Hawks).
Sin embargo hay dos cosas que nos han gustado. Una la monumentalidad del cañón del tiroteo final, ya lo hemos dicho, pero sobre todo la selección de piezas del maestro Morricone que suenan como música de fondo, tomadas de películas de Leone. Al menos hemos reconocido "Por un puñado de dólares" (1964), "La muerte tenía un precio" (1965) o "Érase una vez en América" (1984), prácticamente todas posteriores a "Masacre en el Gran Cañón", lo que nos hace pensar que se incrustaron en la banda sonora de esta mucho más tarde.
Solo por estos cachitos de hierro y cromo merece la pena dar un vistazo a la cinta.