Los westerns, como los toros, solo son buenos con moscas. No vemos el paisaje, ni la mentalidad germana como la más apropiada para ambientar una cinta del Oeste. La presente la historia es una de tantas, pero el guión no tiene ni pies ni cabeza. Por allí salen unos indios mescaleros que parecen vestidos con disfraces sacados de las tiendas de todo a cien. Lo mismo que sus arcos y flechas, o los "melones" de oro (no se puede hablar de pepitas con ese tamaño) que aparecen a flor de tierra en grandes cantidades en aquel territorio de Arkansas.
Lo único que nos ha gustado ha sido es la docena de caravanas que atraviesan parajes y desfiladeros muy bonitos, o el pedazo de pueblo que se montan como decorado. Enorme y bien construido.
Por todo ello, como en los festivales de Eurovisión: "Western Germany, two points".