El coloreado de los fotogramas en las antiguas cintas en blanco y negro fue una mala idea, pues nos privó del encanto de ver aquellas viejas imágenes de fuertes contrastes para dejarnos unos colores pasteleros insulsos como ocurre aquí.
Da igual, películas pintadas o "Colinas pintadas" como se titulaba en España la cinta sin el menor sentido.
La clave está en el pretítulo original: "Lassie", el nombre de la que se consideró "la perra más famosa del mundo". Se trata de un personaje ficticio creado por el británico Eric Knight en el cuento "Lassie, vuelve a casa". Publicado en un periódico en 1938, se convirtió dos años después en novela y fue adaptada al cine con igual título en 1943. Desde entonces se han hecho numerosas secuelas cinematográficas y series de televisión usando siempre perros de raza collie.
¡Cuántos perros de esta raza han recibido en el mundo el nombre de Lassie!
El argumento de la cinta que nos ocupa ya lo dice bien claro al comienzo una voz: "El amor de un perro por un hombre es más fuerte que la vida misma".
El resto son las andanzas de buscadores de oro como Jonathan Harvey (Kelly) o Lin Taylor (Cowling), con la correspondiente avaricia y ambición que suele acompañar a esta gente. Pero para eso está la Lassie, en este caso bajo el nombre de Shep y el inevitable niño que la acompaña Tommy Blake (Gray).
Película modesta, de unos pocos personajes donde la perra juega claramente el papel de protagonista. Argumento banal, guion y realización rutinarios, con personajes estereotipados en la bondad o en la maldad. Todo, todo muy previsible.
Tal vez lo más interesante sea el hechicero indio cuyos conocimientos veterinarios salvaron a Lassie del estado de postración grave que le dejó una especie de depresión al separarse de su dueño o del intento de envenenamiento del pérfido Lin, "Águila Blanca salvar perro Lassie envenenado. Hierbas del árbol amarillo ser buenas para curarle".
En resumen, una cinta floja, excesivamente infantiloide y ñoña, incluso para verla en familia una tarde navideña.