Mil dólares al día para proteger las espaldas de los malvados hermanos Clark que están amenazados de muerte. Mil dólares que tuvo que pagar Scott Baker para aprender a manejar las pistolas con un experto en el oficio, Carranza, que anda en silla de ruedas. Mala señal un pistolero cojo. Eso sí, experto y buen maestro que enseña al aprendiz el negocio, pues "disparar es un arte" y, si no se aprende bien, pues lo dicho en el título de la reseña "pistolero lento tumba segura". La suerte está echada y ni siquiera la presencia de un sheriff amigo y de la antigua novia torcerán el destino del vengador, ahora ya vestido de negro riguroso como todo pistolero que se precie.
Por lo demás el guión es ramplón y sin imaginación alguna, sin que falten las escenas de póker y saloon, diligencias, ataques de los indios donde más de una treintena no pueden con tres hombres, aunque son salvados a última hora por una carga de la caballería, "Tatariraritaritari ..." Y duelos entre pistoleros con casi de 800 balas. Tampoco es nada del otro jueves la interpretación.
Hay también algunos aspectos positivos, debemos reconocerlo, como la presentación de la cinta con bellas acuarelas, el excelente servicio de peluquería o las bromas macabras para amedrentar a los malos con el carro funerario y el cajón de muerto o el coro de plañideras. Muy poca cosa.