Desde el principio se desprende del film un cierto halo de atipismo e irrealidad, especialmente en el personaje protagonista (acertadamente interpretado, al igual que el resto del cartel), que nos hace sospechar que no estamos exactamente ante un film típico comercial sobre secuestros. El sorprendente final confirma todas las sospechas.
Mención especial para el marcado y acertado ambiente claustrofóbico de la cabaña y la iluminación de escenas.