Si algún llanto inspira realmente TITANIC, ello se debe a que pudo ser una película bastante mejorcita aunque quizás no muy trascendente. Leonardo Dicaprio no será mi actor preferido, pero tampoco es de ésos cuyas labores histriónicas mueven a la sonrisa burlesca. Al comienzo de la película, Jack Dawson (el personaje que interpreta) y su amigo Fabrizio ganan unos boletos para el viaje inaugural del "inhundible" transatlántico. Son simpáticos y su júbilo es contagioso. Hasta aquí vamos muy bien.

Tenemos por otro lado a la joven Rose (Kate Winslet) cuya madre, diríamos en Argentina, quiere cagar más alto que el culo. Se trata de una familia bien venida a menos, con mucha alcurnia y cero dinero. Para que el prestigio familiar (y la economía) no zozobre igual que el barco en el que viajan, la dama ha prometido en matrimonio a la encantadora Rose con un superficial y odioso joven ricachón, Caledon (Billy Zane). Pero la muchacha en cuestión no está de acuerdo.

A la primera mitad del filme, con Jack y Rose conociéndose y enamorándose con la complicidad del personaje que interpreta la magnífica Kathy Bates, no encuentro nada que reprocharle. Eso sí, que no me quieran vender que fue una historia real, ¿no? Es una especie de versión alternativa de la Cenicienta en la que el pobrete es el Príncipe Azul pero igual la desvalida sigue siendo la damisela. Sin embargo, de tanto en tanto no está mal ver historias así. Si vamos al caso, son mucho más irreales los hombres-lobo, los extraterrestres y los unicornios que se ven en muchos éxitos de taquilla y de crítica.

Pero a partir del famoso impacto con el iceberg la película se vuelve un bodrio melodramático total, y para colmo interminable, cansador. La edulcorada tragedia resultante del choque no es la única culpable. El tema es que el personaje de Billy Zane es tan malvado que ya pasa a ser exagerado e increíble. Luego, en las escenas del hundimiento, algunas escenas huelen a disparate.