Voy a ser sincero: las películas con un montón de heroicos soldados que salvan al mundo de monstruos y extraterrestres llenos de malvados planes para nuestro planeta y/o sus habitantes humanos me cansan. Apenas veo aparecer a los uniformados de turno me pongo a gruñir. De lo cual, por supuesto, esta película no tiene la culpa. Ya que estoy seré doblemente sincero: además de lo antedicho, Godzilla nunca me fascinó especialmente como personaje. De lo cual, tampoco tiene la culpa esta película. Pero de lo que sí tiene la culpa, es de no saber cuándo se ha llegado al límite con algo. La radiactividad agrandó a no sé qué lagartija, como (siempre en la trama) agrandó a ciertos gusanos de Chernobyl. Pero a estos últimos no los agrandó hasta hacerlos alcanzar el tamaño de anacondas, ¿no? Bien, no sólo eso, sino que además lo hace echar fuego. Ya parece mucho, casi demasiado. Pero hay más: la radiación lo ha vuelto hermafrodita y capaz de autofecundarse... ¿Alguna otra payasada? Una sola de esas tres sería aceptable, pero tanto absurdo viniendo en patota resulta demasiado. Encima, personajes interesantes, no hay, como para tratar de rescatar algo por ese lado. Godzilla procrea y uno desea que su progenie se devore a todo el elenco. Por cierto, no hay mucha diferencia entre las persecuciones de los godzillitas y las de los carnívoros de Jurassic Park. Que esta vez los reptiles sí hubieran alcanzado a sus presas humanas hubiera hecho una interesante diferencia. Y además, un final más rápido y más feliz.