No es fácil adaptar una serie de seis novelas (no contemos la séptima, DE CÓMO UN REY PERDIÓ FRANCIA), que parecía un aburrido e interminable monólogo sin mucha relación con las entregas anteriores) llena de personajes muchos de los cuales arrastran historias dentro de la historia y que exigen ser contadas de alguna manera para entender el hilo principal del relato. En este contexto, algunas cosas podrían perdonársele a esta adaptación, como por ejemplo que arranque en 1307 con la detención de los Templarios y no en 1314. Sin embargo, desde los mismos títulos, acompañados por una música ampulosa pero atemporal, uno entiende que está ante una superproducción televisiva, y eso inspira desconfianza, tanto como que LA LEY DE LOS VARONES, el cuarto volumen de la saga, haya quedado fuera de la adaptación.

La desconfianza está fundamentada: en lo bueno y en lo malo, LOS REYES MALDITOS versión 2005 es justamente lo opuesto a la versión de 1972, que adolecía de muy poca producción, pero se compensaba con una notable fidelidad a las novelas en que se basaba, lo que permitía, por ejemplo, que el actor Jean Piat se luciera encarnando al protagonista, el canallesco conde Roberto de Artois. Treinta y tres años más tarde, en el mismo rol, Philippe Torreton no consigue ni de lejos trasmitir las mismas emociones encontradas que generaba aquel (las mismas que el personaje en los libros) y no por propia culpa. Sencillamente, el guión no se lo permitió.

Ambas versiones, la de 1972 y ésta, deben bregar contra el tiempo para adaptar la trama; pero en esa lucha, esta es la que siempre orilla más la derrota, al punto que no fue posible respetar estrictamente la división entre volúmenes; y así, la última parte de EL REY DE HIERRO, el libro, aparece aquí recién en LA REINA ESTRANGULADA. No ayuda la inclusión de escenas innecesarias y ausentes en la trama literaria.