Si en "Demonios" (1985) ya pudimos apreciar, sutilmente, la clara voluntad de homenaje que mostró Lamberto Bava hacia la obra de su padre, en "La máscara del demonio" la cosa queda más patente aún. Aquí Lamberto reinterpreta, a su personalísima manera, la obra homónima de Mario Bava de 1960 que supuso su primer largometraje en solitario.
"La máscara del demonio" me ha ganado, total y absolutamente. De aquí en adelante pienso defender a muerte esta joyita oculta siempre a reivindicar. Lo que empieza como un típico y vulgar survival adolescente ligero de cascos, varios jovenzuelos de esquí acaban cayendo por accidente, o no, a una gruta en la que sucumben al poder maléfico de una bruja ancestral; acaba convertido en un profano y demente slasher de tintes góticos al más puro estilo Hammer, que anticiparía la moda noventera por ese subgénero.
Otra cosa que recupera Lamberto Bava en "La máscara del demonio" de sus tiempos de "Demonios" es la habilidad para convertir el escenario en un carismático personaje más de la trama. Una grata virtud, ya desaparecida en "Demons II" (1986), con la que nunca pensé que volvería a toparme. Aquí, ese vetusto templo cristiano de la edad media enterrado en la nieve que conecta con un pueblo fantasma, se erige casi a modo de inesperada Atlántida con ese aroma a mágico hallazgo arqueológico del cine de aventuras. Otro gustoso placer del film que lo engrandece.
En muchos mercados internacionales "La máscara del demonio" fue vendida como una hipotética "Demonios 5", siguiendo una farsa que se prolongó hasta una sexta entrega. Obras de Umberto Lenzi, Michele Soavi, Luigi Cozzi o el propio Lamberto Bava, que nada tenían que ver con la duología original de este, se prestaron al juego.
En fin, muy a favor de "La máscara del demonio". Obra que considero, como poco, a la altura de "Demonios" en la pugna por el premio a mejor película de Lamberto Bava.