Una amenaza en forma de mocos que fluyen de las alcantarillas y comienzan a sembrar el pánico. ¿A vamos a llamar? Ahí están los cazafantasmas para intervenir. El factor novedad se pierde, pero no por ello deja de ser una película interesante y con buenos efectos especiales. El argumento ya de entrada es absurdo, pero ya conocemos de qué van este tipo de películas. Una parodia del cine de fantasmas que busca entretenimiento y echar unas risas. Y que sinceramente no ha encontrado parangón hasta el momento. Ni creo que lo vaya a haber.

Contamos con los mismos protagonistas, incluyendo la secretaria y al desternillante Rick Moranis que sin embargo interviene muy poco tiempo y es una pena porque es muy efectivo. De los nuevos, el que no convence demasiado es Peter MacNicol (Ally McBeal, Mr. Bean) puesto que, a pesar de que su rol encierra de alguna manera dos caras, sus salidas a escena parecen un poco forzadas en contraposición con la naturalidad del resto. En lo que sí se gana es en la relación Murray-Weaver que aunque es algo más tirante que en la primera parte también es más madura.

El tramo final es gracioso (sobre todo alocado) y parece emular un poco al de la primera parte, con unos conseguidos efectos. La conclusión, a mi parecer, dejó abierta la posibilidad de sacar una tercera parte pero inexplicablemente nunca llegó. Hoy se sigue pretendiendo hacer cuando Ramis ya ha fallecido y es que el resto sigue siendo tan mayor que odio tener que decir que ya es demasiado tarde. Y la idea de hacer un remake (o reboot) creo que sería desacertada de todas todas.