Uno de los últimos largometrajes paródicos de Mel Brooks, que queda muy lejos de grandes obras como Spaceballs o El jovencito Frankenstein. Es notablemente superior a la aburrida Drácula: un muerto muy contento y feliz y qué decir de las parodias que llenan el primer quinquenio del siglo XXI, pero en su resultado global da la impresión de que pudo haber dado más. Empezando por el actor protagonista, que aunque su seriedad predominante contraste con las escenas humorísticas dista de ser el más adecuado.

La película cuenta con algún que otro anacronismo para soltar unas risas, así como referencias a otras obras como El padrino o Harry el sucio. Algunas escenas son muy graciosas y recuerdan a lo mejor de Brooks, pero por desgracia esa efectividad humorística no se mantiene durante toda la producción por lo que tenemos que hablar de un desarrollo irregular del guión cómico. Además, por lo general es un humor más burdo y menos inteligente.

Una anécdota es que en la escena final se alude a que "no os decimos adiós, nos volveremos a ver en Robin Hood 2". Pero no se sabe si fue más bien coña de Brooks porque esa supuesta segunda parte no ha visto jamás la luz. Y han pasado 20 años y no creo que el bueno de Mel vuelva a hacer películas a sus casi 90 tacos.