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Santo Tomé y Príncipe Santo Tomé y Príncipe · Villacanicas del Hoyo
Voto de McCunninghum:
8
Ciencia ficción. Terror. Intriga Un astrónomo aficionado, John Putnam, y su prometida Eilen Fields contemplan las estrellas en el desierto cuando una nave espacial atraviesa el cielo y choca contra el suelo. Justo antes de que un corrimiento de tierras entierre la nave, una misteriosa criatura emerge y desaparece en la oscuridad. Por supuesto, cuando Putnam cuenta la historia al sheriff, nadie le cree, pero pronto empiezan a suceder cosas extrañas... (FILMAFFINITY)
14 de septiembre de 2011
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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En este estío nos hemos visto invadidos por alienígenas hasta el hastío. La reproducción del Cine Capital se materializa secuencialmente, año a año, fagocitando y vomitando géneros y lugares comunes, en una des-comunal producción de escoria (Aldous Huxley dixit) que toma la forma de la repetición con variaciones o el montaje en cadena con innovaciones. Slashers, zombies, superhéroes, aliens: los otros entre nosotros (o una fenomenología de la paranoia norteamericana).
La invasión, pese a lo que pudieran pensar los incrédulos y los acólitos del ombliguismo-solipsista-terráqueo, se produjo hace tiempo; ya están aquí, contaminando nuestros fluidos. De Gordon Douglas, Robert Wise, Jack Arnold y su seminal Vinieron del espacio (It came from outer space, 1953) a J.J. Abrams, Jon Favreau y Greg Mottola, el inconsciente óptico de una población homogeneizada se ha visto poblado y habitado por aliens de distinta ralea y casi siempre sin pelaje. El otro resbaladizo y frecuentemente invisible se ha ido haciendo cada vez más transparente a nuestra mirada, nos hemos habituado a su existencia, pero aún no a su presencia o co-existencia. Adoptando la forma del comunista o el extraterrestre (con forma de insecto o anfibio, preferentemente), la figura del alien se nos ha hecho siempre presente como aquél ser en tránsito, ininteligible y ópaco, que jamás habría de compartir el espacio con nosotros. Si acaso, proyectando en la comunidad alien (esas naves inmensas llamadas “Madres Nodrizas”) una necesidad demiúrgica, tienen un mensaje que transmitir a los terrícolas antes de irse (oséase, a los americanos, pista de aterrizaje prototípica de comunistas, demócratas, inmigrantes y demás material alienígena.)
Entre la generación de los 50 ya mentada y la actual aparece una figura central en la producción de imágenes alienígenas (y, por ende, en la ecúmene alien): Steven Spielberg es sin duda el Padre Simbólico de los directores de Super 8, Cowboys & Aliens y Paul. Reconocido y obvio en los casos de Abrams y Mottola, cuyos filmes funcionan como sentidos homenajes a los mitos fílmicos que Spielberg subvencionara a toda una generación, y cuyos títulos no es en absoluto necesario nombrar. Más tamizada la influencia en el caso de Favreau, que ha llevado a cabo un imposible y estólido palimpsesto intergenérico entre el western y la ciencia-ficción, entre James Bond e Indiana Jones.

(continúa en Super 8, de J.J. Abrams)
McCunninghum
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