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Voto de McCunninghum:
8
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576
Fantástico
"Finisterrae" narra la historia de dos fantasmas que hartos de transitar en el territorio de las penumbras, deciden realizar el Camino de Santiago hasta el fin del mundo (Finisterre) para una vez allí, empezar una etapa terrenal y efímera en el mundo de los vivos. Un recorrido introspectivo por territorios inhóspitos en el que se encontrarán con seres extraños, animales salvajes y personajes surrealistas. Deberán sortear situaciones ... [+]
4 de noviembre de 2010
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La central figura de Luís Miñarro nos introduce en una dimensión del cine marginal, ese que habita en los márgenes de las páginas, pero cuya transfiguración en pantallas digitales –sin márgenes-, hace que cada vez sea su hueco, su lugar, mas exiguo e inhóspito (lo sin hogar). Productor de los dos filmes que siguen (y de tantísimos otros, trascendentales para aprehender la posmodernidad cinemática en Iberia, como los de Albert Serra), Miñarro se ha atrevido, en los dos últimos años, ha lanzarse a la realización, con “Family Strip” y “Blow horn”. En la primera proponía una metareflexión acerca de la construcción del “cuadro familiar” y su memoria (fotográfica, momificante), en la segunda viajaba a Oriente para encontrarse con la fe budista y, si fuera posible, encontrar un poco de fe para sí mismo. Pues, como buen occidental eurípido, a Miñarro lo rodea un aura de sano desencanto, una sombra ruinosa de intelectual con camisa hawaiana y gafas oscuras, en tres palabras: la falsa conciencia ilustrada, prototípica del cinismo, esa ética para el fin de los tiempos. La pretensión anti-cínica de Miñarro es loable en tanto en cuanto surja de una orgía del autodesprecio, de un viaje al interior. En ese tránsito más allá, el interés de Miñarro (como realizador y como productor) parece conducir hacia un no-lugar allende los propios cuerpos. Negación del mundo real, ya fenecto, esta proyección representa el clamor –no popular- de un renacimiento en sus múltiples formas. El cine, como quiere Miñarro, en plena metempsicosis.
En “Finisterrae”, realizada por el director del Festival Sonar de BCN (centrado, al menos en sus tiempos, en la música electrónica y experimental) Sergio Caballero, el asunto es la (re)encarnación de dos fantasmas cansados de su existencia eterna y poligonal en pleno Garraf, que han de hacer el Camino de Santiago para lograr (re)encarnarse en un ser terreno y efímero. Deseo espectral por antonomasia, ya sea el de un fantasma cenizo o de un dios olímpico. Argumento chorras para un film que, lejos de querer ser una parodia del cine de autor (un Tarkovski con catiuscas o un Dreyer “aventado” o un Bergman de tripi o un Angelopoulos sin oído musical) es precisamente un pastiche del cine marginal (más o menos experimental o, como quiere el juego de palabras Afín, “excremental”), retomando la diferencia parodia/pastiche de Frederic Jameson: “El pastiche, como la parodia, es la imitación de un estilo particular o único, llevar una máscara estilística, hablar en un lenguaje muerto: pero es una práctica neutral de esa mímica, sin el motivo ulterior de la parodia, sin ese sentimiento todavía oculto de que existe algo “normal” en comparación con lo cual aquello que se imita es bastante cómico. El pastiche es parodia neutra, parodia que ha perdido el sentido del humor.” Así, “Finisterrae” no funciona como parodia del “Finis Terrae” de Jean Epstein, sino como viaje por las líneas de filiación del propio Caballero,
En “Finisterrae”, realizada por el director del Festival Sonar de BCN (centrado, al menos en sus tiempos, en la música electrónica y experimental) Sergio Caballero, el asunto es la (re)encarnación de dos fantasmas cansados de su existencia eterna y poligonal en pleno Garraf, que han de hacer el Camino de Santiago para lograr (re)encarnarse en un ser terreno y efímero. Deseo espectral por antonomasia, ya sea el de un fantasma cenizo o de un dios olímpico. Argumento chorras para un film que, lejos de querer ser una parodia del cine de autor (un Tarkovski con catiuscas o un Dreyer “aventado” o un Bergman de tripi o un Angelopoulos sin oído musical) es precisamente un pastiche del cine marginal (más o menos experimental o, como quiere el juego de palabras Afín, “excremental”), retomando la diferencia parodia/pastiche de Frederic Jameson: “El pastiche, como la parodia, es la imitación de un estilo particular o único, llevar una máscara estilística, hablar en un lenguaje muerto: pero es una práctica neutral de esa mímica, sin el motivo ulterior de la parodia, sin ese sentimiento todavía oculto de que existe algo “normal” en comparación con lo cual aquello que se imita es bastante cómico. El pastiche es parodia neutra, parodia que ha perdido el sentido del humor.” Así, “Finisterrae” no funciona como parodia del “Finis Terrae” de Jean Epstein, sino como viaje por las líneas de filiación del propio Caballero,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
quien hace un collage (una sesión, una yuxtaposición de samples, una programación de secuencias/temas), enlazando en este discurrir autores marginales como Philipe Garrel con los Monthy Python, a Serra con Luc Moullet, a Godard con Joaquín Reyes. Eligiendo, por encima de la filmografía de Bresson, las bastardadas de la tradición del surrealismo y el video extremo catalanas. SC no incita a la risa irónica de la parodia sino a la carcajada (desencajada) del sarcasmo y el nihilismo. Realizada en 25 días con un equipo mínimo, “Fin...” es un film kamikaze y ahí reside su principal valor. Como la de Serra, ésta es una obra casi hermética, que habla un lenguaje íntimo y privado. En fin, que habla a esa (falsa) conciencia ilustrada, que celebra el canibalismo paroxista y zombie, el fin del mundo como una rave o una estólida instalación artística. El camino de los fantasmas comienza en el interior de una Galería (lugar donde en último término se está viendo recluido el cine marginal/experimental). Un círculo ígneo, el oráculo de Garrel (en honor al autor de “La cicatriz interior”, a quien aquí se samplea), les hará saber su misión. En el camino, una criatura que scratchea al Conejo Asesino de los Python les desviará de su objeto; toparán con un bosque donde los árboles tienen orejas y mantienen conversas esquizoides; los fantasmas, que por una razón puramente aleatoria hablan entre sí en ruso, sufrirán peripecias como ser asaltados por una mofeta en los Picos de Europa, una hippie lisérgica a la que asesinarán o el desasosiego de su inherente y fantasmal esencia. Escenas parcheadas como un lienzo de Rauschenberg, a retales, al ritmo que se hace un patchwork o se mancha de barro una sábana blanca, como una sesión de techno minimal de esas que hacen los Minus y tanto le gustan a SC.
Al final del viaje y el sarcasmo, después de haber visto la imagen del revés, como un signo que no se entiende, después de que un fantasma con un testador de vientos se acerque parsimoniosamente, sonando el tema de Suicide “Ghost Rider” (quizá esta película sólo se hizo por esta imagen musicada, que atraía hacia sí otras imágenes, recolectándolas; SC mismo reconocía que “Fin...” surge no de un hilo narrativo, sino de la potencia viscosa de unas pocas imágenes, y acaba resultando una loa al fragmento y al complejo Frankenstein), después llega la transformación. Finalmente, después de todo viaje. Aquí, la encarnación es animal y efímera, casi idiota. Para el cínico y para el incrédulo es un cuento o bien una trampa. Esa falta de esperanza lo define (Marx, Freud, Sloterdijk): sabe lo que hace, y aun así lo hace. Los cínicos de la Generación HD (con D de Disolución) están de celebración, tienen aquí su festival. Su “sesión”. Miñarro intenta que el milagro se produzca: no sólo invertir el estado de ánimo de sus pupilos, inocularles la fe, sino seguir produciendo filmes. Que la encarnación definitiva del cine se nos aparezca.
Al final del viaje y el sarcasmo, después de haber visto la imagen del revés, como un signo que no se entiende, después de que un fantasma con un testador de vientos se acerque parsimoniosamente, sonando el tema de Suicide “Ghost Rider” (quizá esta película sólo se hizo por esta imagen musicada, que atraía hacia sí otras imágenes, recolectándolas; SC mismo reconocía que “Fin...” surge no de un hilo narrativo, sino de la potencia viscosa de unas pocas imágenes, y acaba resultando una loa al fragmento y al complejo Frankenstein), después llega la transformación. Finalmente, después de todo viaje. Aquí, la encarnación es animal y efímera, casi idiota. Para el cínico y para el incrédulo es un cuento o bien una trampa. Esa falta de esperanza lo define (Marx, Freud, Sloterdijk): sabe lo que hace, y aun así lo hace. Los cínicos de la Generación HD (con D de Disolución) están de celebración, tienen aquí su festival. Su “sesión”. Miñarro intenta que el milagro se produzca: no sólo invertir el estado de ánimo de sus pupilos, inocularles la fe, sino seguir produciendo filmes. Que la encarnación definitiva del cine se nos aparezca.