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Voto de McCunninghum:
1
5,1
9.021
Romance. Comedia
El amor verdadero irrumpe como un huracán en la vida de Alex, un guapo publicista de éxito de casi cuarenta años, cuando menos se lo espera. Una mañana, yendo al trabajo en coche, se topa en un cruce con Niki, que va al instituto en moto. Tras ese encuentro, de repente, el mundo tranquilo y rutinario de Alex se pone patas arriba. La inocente alegría y la gran sabiduría de Niki echa por tierra las viejas verdades de Alex, sus grises ... [+]
2 de abril de 2010
66 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crisis del cine italiano es indubitablemente una de las más agudizadas de todas las cinematografías europeas, de la que posiblemente sólo Francia y su política de la “excepción cultural” se salvan. Allende el pretérito renacer neorrealista (con o sin bicicleta), el cine italiano ha ido agotándose hasta casi la extinción. Ni sus últimos Grandes Nombres como Ermano Olmi o Nani Moretti, el primero en plena decadencia evidenciada por su último film Cien clavos (07), el último encerrado en un inane círculo vicioso, consiguen renovar una cinematografía que, en sus últimos tiempos, se ha hecho transparente (como la propia sociedad italiana, que diría el importante pensador Gianni Vattimo): su apariencia sólo muestra su vacío interior. Ejemplos como los de La mejor juventud (03) de M.T. Giordana, el próximo estreno Háblame de amor (de Silvio Muccino y con Aitana Sánchez Gijón) o la película que nos concierne son demostraciones palmarias de una vacuidad cinematográfica cuyos claros referentes son la producción televisiva de Berlusconi. Contraejemplos como los de Gomorra (08) de M. Garrone o los documentales de Erik Gandini (Sur Plus (02), Videocracy (09)), nos muestran, amén el mejor cine italiano, los efectos colaterales de cierta política cultural: tanto Saviano (autor del libro en que se basa el film de Garrone) como Gandini se encuentran desterrados de su país.
Perpetrada por el mismo que escribiera el libro, un Federico Moccia que es también autor de Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti (novelas románticas adolescentes que compiten, en cotas de calidad y ventas, con la obra de Nicholas Sparks, Nora Roberts o Candance Bushnell, y que ya han sido fagocitadas por “la pantalla global”), Perdona si te llamo amor funciona a la perfección si eres una ninfa sin carné de conducir, sin graduado escolar y fanática de Mássimo di Cataldo o Eros Ramazzoti. Si no lo eres (ni ninfa, ni tana), el film de Moccia te parecerá un suplicio. Película estomagante, con una estética (para hablar en castellano) digna de clásicos como Al salir de clase, Sin tetas no hay paraíso o Física o Química, la historia de amor entre una joven atractiva de 17 años y un tío bueno de 37, paseándose por las calles de Roma, entre restaurantes y apartamentos pijos, enamorándose de forma estúpida y noña (el “natural romanticismo italiano” del que habla la voz en off absurda de un detective que apenas aparece, siguiendo los pasos de este insulso galán y publicista de nombre Belli), resulta sonrojante (iteración, siempre que no seas menor de edad y lleves minifalda).
(sigue en spoiler)
Perpetrada por el mismo que escribiera el libro, un Federico Moccia que es también autor de Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti (novelas románticas adolescentes que compiten, en cotas de calidad y ventas, con la obra de Nicholas Sparks, Nora Roberts o Candance Bushnell, y que ya han sido fagocitadas por “la pantalla global”), Perdona si te llamo amor funciona a la perfección si eres una ninfa sin carné de conducir, sin graduado escolar y fanática de Mássimo di Cataldo o Eros Ramazzoti. Si no lo eres (ni ninfa, ni tana), el film de Moccia te parecerá un suplicio. Película estomagante, con una estética (para hablar en castellano) digna de clásicos como Al salir de clase, Sin tetas no hay paraíso o Física o Química, la historia de amor entre una joven atractiva de 17 años y un tío bueno de 37, paseándose por las calles de Roma, entre restaurantes y apartamentos pijos, enamorándose de forma estúpida y noña (el “natural romanticismo italiano” del que habla la voz en off absurda de un detective que apenas aparece, siguiendo los pasos de este insulso galán y publicista de nombre Belli), resulta sonrojante (iteración, siempre que no seas menor de edad y lleves minifalda).
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entre suspiros (o bufidos) se suceden las escenas de amor a la italiana, los chascarrilos pederastas y misóginos, todo ello acompañado de un pastiche de citas que va de Neruda a Shakespeare, pasando por Whitman, Mousset o Balzac: “una noche de amor es un libro menos leído”. Las infames escenas (de la presentación del grupo de las cuatro chicas, de los diversos y divertidos accidentes de tráfico, de la campaña publicitaria y su resolución, de las noches de amor (y los libros no leídos), de las comidas en pizzerías, de los flash-forwards, de la circularidad del filme alrededor de un Faro) están rodadas según la fragmentación típica de los anuncios y acompañadas perennemente de música edulcorada italiana, excepto en sendas escenas de Gran Romanticismo Italiano donde suena She´s the One de Robbie Williams. Esto apenas nos deja respirar y nos entran ganas de miccionar, pues no estamos dando grititos y palmitas de alegría, derramando las palomitas y la revista Cuore, cuando la pareja finalmente se reúne, en el Faro. Suena Robbie Williams, ellos se besan, el helicóptero se aleja.
Un poco antes, una de las Cuatro (la Virgen, en concreto, que ha tenido un accidente justo después de quedar por vez primera con un chico), se ha repuesto definitivamente de su coma en la que quizás es la única escena significante de todo el film: la protagonista estudia la lección junto a su cama de hospital, repasando en voz alta los apuntes sobre Kant, dice: “Gnosología”, y pone cara rara y pucheros; su amiga en coma se despierta en ese momento y dice: “Gnoseología”. “Es mi palabra favorita”, dirá la protagonista, tras los chillidos y los saltos. Eso es transparencia. Sin ser palabras favoritas, tres que definen este film carente, precisamente, de gnoseología: idiocia, estolidez, oligofrenia. Y, huelga decirlo, a la Italia de Berlusconi, al que rompen la cara con un pequeño Duomo, que pasea sus experiencias con el Viagra por la televisión y que, no lo olvidemos, es el Presidente de eso que se ha dado en llamar el “partido del amor”. Amor, y romanticismo, a la italiana: lo de Silvio y Federico no tiene perdón.
Un poco antes, una de las Cuatro (la Virgen, en concreto, que ha tenido un accidente justo después de quedar por vez primera con un chico), se ha repuesto definitivamente de su coma en la que quizás es la única escena significante de todo el film: la protagonista estudia la lección junto a su cama de hospital, repasando en voz alta los apuntes sobre Kant, dice: “Gnosología”, y pone cara rara y pucheros; su amiga en coma se despierta en ese momento y dice: “Gnoseología”. “Es mi palabra favorita”, dirá la protagonista, tras los chillidos y los saltos. Eso es transparencia. Sin ser palabras favoritas, tres que definen este film carente, precisamente, de gnoseología: idiocia, estolidez, oligofrenia. Y, huelga decirlo, a la Italia de Berlusconi, al que rompen la cara con un pequeño Duomo, que pasea sus experiencias con el Viagra por la televisión y que, no lo olvidemos, es el Presidente de eso que se ha dado en llamar el “partido del amor”. Amor, y romanticismo, a la italiana: lo de Silvio y Federico no tiene perdón.