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Santo Tomé y Príncipe Santo Tomé y Príncipe · Villacanicas del Hoyo
Voto de McCunninghum:
8
Thriller Peping, un estudiante de criminología, es reclutado por su compañero de clase, Abyong, para trabajar cobrando el impuesto de protección de varios hombres de negocios en Manila. La mayor parte de ese dinero fácil que Peping va reuniendo lo gasta en su novia, que también es estudiante. Peping decide casarse con ella, pero para hacerlo necesitará más dinero. Abyong contacta con él para ofrecerle un "trabajo especial" que le puede reportar ... [+]
18 de julio de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
(viene de "Y la vida continúa", de Abbas Kiarostami)

El coche: divina máquina que nos transporta a otros ámbitos, creando un adentro autógeno e inmunológico que corresponde a la promesa realizada por el cine.
Pero también: invento del demonio para lanzarnos a una veloz estética de la desaparición que bien pudiera ser nuestra ruina.
Como decir: la Policía también viaja en coche. Y la Policía no es una metáfora.
"Kinatay" (09), uno de los últimos filmes del profuso y a veces brillante Brillante Mendoza, fue en verdad el "trigger happy" de este decálogo. En él se pone en escena un vehículo que hará las veces de metáfora cinematográfica y política. No es un coche. Es una furgoneta: una Mitsubishi L300, de esas de líneas redondas y marcado carácter oriental, con faros circulares y puerta lateral corrediza. Los vehículos y las máquinas de la posmodernidad ya no son intercambiables: poseedoras de la consabida humanidad, tienen nombre y particulares atributos. Como el Hammer que co-protagoniza el filme de "Twentynine Palms" (03) de Bruno Dumont, expresión magnífica de la impotencia del protagonista humano, mudo testigo de su desgracia. En Dumont, el coche no es un espacio de comunicación o el lugar del cine en movimiento constante, sino un habitáculo más de una gigantesca cámara de los horrores (ver textículo ad hoc = http://www.filmaffinity.com/es/review/80362504.html). Pero, en ocasiones, fruto de la velocidad que la máquina automóvil logra adquirir, su silueta se torna en abstracción y mera mancha fugaz, o en cuerpo invisible que transporta la desolación sin nombre, como el Coche Desconocido que acompaña al protagonista de "Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo" (09), de Karim Aïnouz y Marcelo Gomes, en su periplo por el páramo brasileiro, la nocturnidad y la pérdida. El coche es ya sólo la habitación de un solitario personaje: juntos se dirigen, con la ineluctancia típica de las máquinas (cuya ideación del pasado inmediato es CTRL + Z), hacia su propia desaparición. El viaje es una forma de vida (y de cine), que no sabemos si nos acerca o aleja aún más a/de nuestros orígenes.
El de Mendoza, como el de Dumont y Aïnouz/Gomes, es un ejemplo de cómo la figura del coche-cinematógrafo es revertida, reocupada, pero por fuerzas no mínimas, sino brutales y omnipotentes, como la violencia, el olvido o la Policía. "Kinatay" comienza a la manera costumbrista, como un retrato inmediato de Manila, casi documental (hibridación que Mendoza pone en escena frecuentemente, con menor ("El masajista" (05)) o mayor ("Serbis" (08), "Lola" (09)) acierto). Pronto y rápidamente, veremos al protagonista, de nombre Peping (¿Tom?), casarse y licenciarse como policía. Entonces, a Peping le llegará su día de prácticas: el momento de la sensación verdadera, el paso a la acción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
McCunninghum
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