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España España · Zaragoza
Voto de Tylercito:
8
7,3
2.541
Documental En los años 50, Werner Herzog compartía piso con Klaus Kinski, un diabólico ególatra. Kinski padecía repentinos e injustificables arrebatos de ira o locura, durante los cuales podía llegar a destrozar el mobiliario del apartamento. La terrible personalidad de Klaus fascinó a Werner y entre ambos nació una estrecha amistad que se fue al garete durante el rodaje de la película "Aguirre, la cólera de Dios". (FILMAFFINITY)
24 de junio de 2011
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, Herzog es un genio. Por encima de compatriotas suyos más laureados como Fassbinder o Wenders, y un digno sucesor de grandes directores clásicos del cine alemán como Lang o Murnau. Aunque por excentricidad, más bien podríamos hablar de Wiene y su gabinete. Pero tampoco. Si hay expresionismo en la obra de Herzog, es un expresionismo latente en las imágenes, interior... si hay surrealismo, no es forzado (ignorando sus primeras obras, claro está). El cine de Herzog es extraño y marciano pero se presenta al espectador a través de imágenes diáfanas. Es un virtuoso captando la belleza pero su cámara parece moverse como sin querer, improvisando. Y el único exceso está en sus personajes e historias, en muchas ocasiones, no obstante, reales.

Me interesa el Herzog exigente (para el espectador) de los comienzos, me apasiona el gran narrador de epopeyas excéntricas, el admirador de una naturaleza presentada como obscena, de paisajes lunares, de un ser humano que parece ser el animal más extraño sobre la faz de la tierra... me enamora el documentalista minucioso e imprevisible, me divierte el bromista que coloca a dos lagartos en primer plano (y en el fondo Nicolas Cage) que convierten los excesos mesiánicos de Abel Ferrara en un absurdo chiste nihilista.
Me resulta muy difícil hablar del cine de Herzog, pues me fascina.

Por tanto, Mi enemigo íntimo me parece un film imprescindible para cualquier aficionado al cine en general y a Herzog en particular que se precie. Se podría considerar un último adiós-homenaje-ajuste de cuentas del director a su amigo-enemigo Klaus Kinski, con quién participó en alguna de sus obras maestras más reconocidas, como Fitzcarraldo o Aguirre, la cólera de Dios.

Este documental narra una historia fascinante en la que por primera vez Herzog adopta junto a Kinski el papel de excéntrico que en el resto de ocasiones delegó en otros (como recientemente sucedió con Timothy Treadwell, sobre quien construyó su última gran joya en 2005: Grizzly Man); y además, saca tiempo para recordarnos su fascinación aterrorizada por la naturaleza y el hombre y aprovechar cualquier imagen, por sencilla que parezca, para generar poesía en imágenes (sólo he de remitirme a la última escena de Kinski con la mariposa), acompañada de una voz en off que suele tocar cuerdas muy profundas...

Tras escuchar un rato con ojos y oídos al director alemán, la visión de las cosas que te rodean logra cambiar un poco. ¿Qué más se puede pedir al cine? La obra de Herzog conecta muy bien con mi sensibilidad, al igual que (a otros niveles) la de Michel Gondry, o la prosa de David Foster Wallace o Albert Camus, o la música de La Costa Brava... quizás haya otros mejor que ellos (en el caso de Wallace, permitanme dudarlo), pero no son los míos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tylercito
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