Debo recónocer que, escarmentado por su anterior película -la tan original e interesante como insulsa y pretenciosa Los Tenenbaums- mi desconfianza ante el último trabajo de Wes Anderson era enorme. Sin embargo, y aunque tampoco sabría concretar los motivos (la música, los colorines, la cámara, los personajes y los puntos de vista adoptados sobre ellos) esta extravagante y aparentemente ingenua película posee una atmósfera mágica y especial, y un extraño poder de atracción que hace que el espectador, sin saber muy bien por qué, se vea cada vez más atrapado por las absurdas peripecias y pajas mentales de los personajes que pueblan este simpático universo pop de gorritos y neopreno. Aunque sin ser ser tampoco la gran obra que siempre quisimos ver ni el tipo de cine definitivo que nos gustaría que hiciese el nuevo Hollywood (que tampoco se les suba tanto a la cabeza a estos chicos), creo que Life Aquatic es una entrañable fantasía naif para adultos y que debemos reconocer el mérito de esta clase de autores, tan personales como Anderson (lejos aún, sin embargo, del genial Paul Thomas), que arriesgan y se estrujan la cabeza creando historias originales que nos presentan de manera diferente. Probablemente, lo más complicado de todo sea trasladar sus ocurrencias a una pantalla, lo que creo no solo logra de una manera espectacular sino que, además, consigue una de esas películas que dejan poso y que, misteriosamente, se disfrutan más conforme el espectador va acordándose de ella. Porque lo más sorprendente de todo es que de repente, un día, vuelves a recordar esta película y sientes que la echas de menos, por lo que te das verdadera cuenta de lo buena que era.