Una trama que se vuelve más y más espesa cada minuto, y como estamos ante una película larga, pues al final se vuelve tan espeso que cae por su propio peso, eso sí, el final se lo ventilan en un visto y no visto, una pena que hayan cuidado (en exceso) hasta el más mínimo detalle de la historia y justo al final empiecen a dar patinazos sin sentido, parece que lo han elaborado tanto que al final no encontraron salida alguna y tuvieron que sacarse de la manga una "pifiada" de las gordas, absurdo que un asesino tan meticuloso la fastidie de esa manera justo al final.
Completamente increíble que un asesino en serie pare de repente por la buena bala que esquivó en Nueva York, o tal vez el hecho de tener que asesinar a su propia hija (la misma escena es un esperpento) le ha hecho darse cuenta de que tenía que parar, podían haberlo desarrollado más, sin duda, pero aún así sigue sin sostenerse.
No dudo que Scott Glenn le pueda parecer atractivo a alguien pero ¿tanto? ¿Sobre todo con esos pelos que le han puesto? En fin, cualquiera entiende el gusto de las mujeres.
El papel de la periodista es la que más patinazos da, es cierto que aparece durante toda la película, pero aún así da la impresión de que se la han sacado de la manga justo al final ¿para qué? Para cometer dos estupideces y ya ¿y por qué quería que justo fuera Brooke Shields la que siguiera en el caso? ¿Y que lo perdiera? ¿No da lo mismo? Aparte del gran alarde de inteligencia que da al esconder a sus víctimas en una casa con el pseudónimo de Black Rose, muy lista sí.
El trato del Senado cuesta tragárselo, pero, aún consiguiéndolo, no explica el meteórico ascenso de posición de los dos policías locales.
En fin, pudo ser mucho mejor, sin duda.