Cada estreno del genio danés se salpica de toda la bilis de gran parte de la crítica mal llamada especializada, cargando contra uno de los estilos más auténticos, personales y preciosistas del cine actual. Es curioso comprobar que lo que se utiliza para desprestigiar y criticar en el ochenta por ciento de películas estrenadas por parte de los dioses de la crítica , la falta de visión propia, impersonalidad en guiones y estética, se utilice de manera contraria en uno de los directores con un estilo y estética más reconocibles de nuestros días. Los típicos argumentos que se utilizan para atacar al director de The Neon Demon son precisamente porque posee un lenguaje propìo perfectamente identificable, pero eso por supuesto no es suficiente, aunque decididamente lo sea a mi parecer.
Su nuevo largo sigue la misma senda estilística que su predecesor, la enorme Only god Forgives, puestas en escena admirables, utilización de la luz y paleta de colores maravillosas, todas ellas para ayudar a dejar fluir una sencilla y truculenta historia de rivalidad en uno de los mundos más corrompidamente superficiales de nuestros tiempos, la moda. La senda que ha llevado Nicholas Winding Refn desde sus crudos inicios con trilogía de Pusher hasta su potencia y belleza visual de sus últimos filmes sólo reafirman a uno de los directores con más personalidad en la actualidad.