Podría perfectamente destrozar esta película, pero no pienso hacerlo. Y mi decisión la he tomado por una razón de peso, ya que siempre ha habido y existirán títulos como este, propios de la serie B, con aventuras y desventuras de personajes mitológicos o históricos de la antigua Grecia y el Imperio Romano.
Esta producción no es mejor ni peor que las veían nuestros padres, protagonizadas por el recordado Steve Reeves. La única diferencia entre ambas épocas, es que aquellas son idolatradas por un buen número de espectadores, y ésta lo tiene desde luego mucho más difícil, a la hora de crear leyenda.
Si viéramos ahora muchas de aquellas aventuras, seguramente nos echaríamos las manos a la cabeza, ya que el tiempo a buen seguro ha pasado por encima de ellas, cual apisonadora.
El problema fundamental que tiene Renny Harlin con este acercamiento al héroe mitológico, es la absurda falta de originalidad, las referencias (o más bien plagios) se presentan por doquier, desde las escenas de grupo sacadas de la inefable (e incomprensiblemente valorada) “300”, pasando por dos de las series producidas para la televisión por Sam Raimi y Robert Tapert, “Hércules” y “Spartacus”, y acabando en un rollo fraternal, que bien podríamos emparentar con el “Thor” de Kenneth Branagh, con escenas que incluso son dignas del héroe de Marvel.
En definitiva, no hay nada original en el horizonte, en un espectáculo de tercera clase, que sustituye los decorados de cartón piedra por una infografía de saldo. Pero cumple su función de colarse en la cartelera invernal, para avivar un poco la taquilla de aquellos que semana tras semana prefieren entrar en una sala de cine, y no pensar demasiado.
Pero como decía al principio, no quiero destrozarla, porque en buena medida, me he criado viendo este tipo de películas en mis años más jóvenes, y en ella hay un espíritu de entretenimiento rancio, que me hace recordar tiempos pasados de aventuras y fantasía.
Eso sí, si Renny Harlin pretende levantar la cabeza con títulos como este, lo tiene bastante crudo.