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Voto de antonio lopez herraiz:
4
Drama George convive con una peculiar versión de agorafobia que limita su universo a un perímetro de 522 pasos con respecto a su casa... pero un día su gato, su único compañero, muere y se ve obligada a emprender un viaje singular. Decidida a darle un lugar de sepultura adecuado, instala su ‘hogar’ en una camioneta y emprende un viaje por carretera de regreso a su patria natal, Portugal. Esta aventura revelará que, entre saudade y fados, ... [+]
7 de julio de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además del título de uno de esos productos con presunta rúbrica indie que a veces nos llegan de Hollywood, 'Las ventajas de ser un marginado' podría ser, dentro de una vertiente más feminizada, el leit motiv idóneo para clasificar el díptico sobre jóvenes inadaptadas que conforman la ópera prima de Paco R. Baños ('Ali') y, ahora, este '522. Un chino, un gato y mi padre'. Si bien, a distinción de aquella, a su protagonista no le sobrevendrá un cúmulo de circunstancias personales que la hagan huir de la reclusión emocional a la que la somete su misantropía, sino que aquí será la agorafóbica Fernanda (Natalia de Molina) quien fuerce la razón -enterrar a su gato en Portugal, su país de origen- para huir del encierro físico al que su enfermedad la ata. Así es como iniciará la andadura para cruzar la frontera junto un simpático vendedor japonés (Alberto Jo Lee), que la transportará en su camioneta para trasladar los restos mortales de su mascota.
Paco R. Baños subraya inteligentemente la ansiedad y los estados de ánimo de Fernanda, pegándose a ella, de forma literal. Incomodando a su protagonista. Agobiándola. Y si la sensación de desasosiego que dicha forma de filmar a Molina con primeros planos -tal y como ella misma lo ha descrito- es una artimaña para insuflarle más zozobra, para asfixiar a su personaje, la estrategia sólo podría calificarse como acierto. Pero no es suficiente. La respalda con solidez un Alberto Jo Lee que, a la chita callando, lleva ya más de una década forjándose la loable reputación de ser un intérprete apto para todo tipo de proyectos, desde el cine más sencillo y popular hasta el género experimental. Lástima que la voluntad de hierro con que el actor barcelonés -de origen coreano- trata de suplir la falta de química con Molina no baste para contrarrestar la errática percepción de que a la implicación de la ganadora de 2 Goya (¿?) le ocurre lo mismo que a su acento jienense o la capacidad para hablar y entender el idioma portugués: aparece y desaparece a lo largo de todo el relato.
Han pasado 7 años entre el debut de Paco R. Baños y éste, su segundo largo. Ojalá no tengamos que esperar tanto para su tercer trabajo. Y, a ser posible, con cualquier actriz que no esté 522 pasos por detrás de Nadia de Santiago.
antonio lopez herraiz
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