Si vas a despedirte -como protagonista, sin contar cameos- haz como Chuck pisando (y golpeando) sobre suelo firme. La última incursión hasta la fecha del icono rubio, o pelirrojo, natural o echando mano del bisoñé, se cierra volviéndose a poner en las manos de un viejo conocido que, sorprendentemente, no es familiar suyo, un William Tannen que lo devuelve al mismo escenario recurrente de Norris en la década de los 70 y, en menor medida, los 80 y 90 -o la propia colaboración previa de ambos, 'El Héroe y el Terror'- en la jungla asfaltada con clichés policiales y detectivescos de cajón y las compañías femeninas con edades no extremadamente alejadas en brecha generacional -Traci Scoggins ('Dinastía') y Joanna Pacula ('Señalado por la muerte')- mas una mayor proliferación, más generosa para lo que demostraba en otros trabajos recientes, de acción marcial y peleas, despidiéndose a lo grande arreándose contra Daniel Bernhardt en la espectacular, entre otras tantas, trifulca dentro de un autobús. Aaron Norris se desentiende de la dirección con un papel secundario como un investigador fisgón, dándole tiempo a una pachanguita muy fugaz de tortas contra Bernhardt o a electrocutar a su hermano.
Por retomar viejas costumbres antes de colgar los guantes (con claqueta de por medio) Norris no se priva, y esto hacía años que era también poco habitual, de un par escenas de gimnasio y descamisamientos varios y la habitual socarronería:
"- ¿Tenías que tirarlo por la ventana, Sheperd?
- Quería tomar el aire"
A los fans tan oldies como Chuck de 'Superagente 86' o 'Vacaciones en el mar' les tocará la patata reencontrarse con un torturado Bernie Koppell -todavía en activo, por cierto- como un viejo tallador de diamantes al que extorsiona un traficante de ídem que le removerá sus experiencias en Auschwitz.
Y poco más. Feliz jubilación, Chuck!!
Gracias por casi todo.