Si bien el más obvio antecedente hasta la fecha en su filmografía era un biopic -que igualmente se prestaba a ser leyenda, tratándose de un bandolero del s XIX-, tanto la literatura como la huella del folklore andaluz vuelven al cine de Carlos Saura para (en especial lo segundo) reaparecer -abriéndose a otras culturas regionales y nacionalidades- con regularidad hasta la actualidad y no separarse de él.
No conviene olvidar que de todo el cine de Carlos Saura, son sus películas musicales (y ésta es la primera y más reveladora al respecto por ser semificcional) las que mejor representan la disociable deuda existente entre la lengua interpretativa del cine mudo y el lenguaje interpretativo de la danza. Y como prueba de esto quedan las miradas con que se comunican Cristina Hoyos, Antonio Gades, y si las exigencias de duelo lo piden, el tercero en discordia Juan Antonio Jiménez como El Novio. Pero si lo que buscas es estrictamente una lección de interpretación corporal y danza valdría exactamente lo mismo, aunque haciendo sólo hincapié en los movimientos con que se comunican entre ellos. Sin hablar.
Una prodigiosa lección de interpretación, de danza y de la dirección escénica y de actores en cualesquiera de sendas disciplinas.
Puro Lorca. Pura raza. Y olvídate de adaptaciones recientes con fogatas y puñales de hielo que parecen anuncios de Ron Brugal.
Al final no es tanto una adaptación ortodoxa como un semidocumental, pero la que respira flamenco, tragedia, romance y duelos de navajas en una tierra manchada de sangre es ésta.
Insisto, esto es una lección de interpretación a todos los niveles.
Imprescindible.